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Habrá que seguir esperando

Febrero de 2018 fue visto por no pocos cubanos y foráneos como la fecha señalada para el inicio de la transición política en Cuba. El anuncio de la salida del poder de la denominada “generación histórica” fue entendido como punto de inflexión.

Algunos especialistas en Ciencias Políticas adelantaban que este proceso no sería ni tan sencillo, ni tan repentino como algunos quizás de manera ingenua previeron. El asunto es cómo desarticular un sistema político autoritario, que por más de 50 años ha trabajado en el diseño, implementación y perfeccionamiento de medios, vías y todas las formas posibles para mantener bajo su control el proyecto de nación.

El nuevo presidente de la nación cubana, Miguel Diaz – Canel Bermúdez, es una figura política alineada con las ideas de sus predecesores. Se trata de un hombre calificado profesionalmente, que ejerció la docencia universitaria. Con probado prestigio académico entre los alumnos y profesores que con él compartieron esa etapa. Cumplió misión internacionalista en Nicaragua y a su regreso a la isla comienza su tránsito ascendente en la vida política, primero en la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y luego en el Partido Comunista de Cuba (PCC). Y este es, a decir del propio Raúl Castro, el único de los sobrevivientes por él escogidos para entregar progresivamente las riendas de la isla.

Analizando de forma objetiva la posición en la que se encuentra este señor (Diaz-Canel), podemos adelantar que es sumamente difícil. Actores internos y externos tienen sobre él una profunda observación y algunas expectativas. Las élites políticas tradicionales y los mandos militares de la isla evalúan a cada instante su proyección y desenvolvimiento, conocen perfectamente que puede este hombre ser impulsor de un cambio capaz de poner en riesgo la estabilidad económica y la supremacía política que les garantiza hoy plena seguridad. Y el nuevo presidente de Cuba es consciente de esta vigilancia que sobre su actuar y pensar se despliega.

Desde el escenario internacional se presta atención a la actuación de este nuevo hombre, de quien se espera impulse en algún momento (se espera no muy lejano) un cambio real en la estructura política, económica y social de la nación. Pero el asunto no es tan llano como se presenta.

El país que hoy “entrega” la generación histórica a los “jóvenes continuadores”, está en todos los sectores deteriorada. La situación política es compleja, se trata de un pías donde se limita la participación ciudadana independiente, el crecimiento y el trabajo de la sociedad civil independiente y donde la acción de generar propuestas (acertadas o no) diferentes al proyecto de país que impulsa el estado cubano, se considera una amenaza a la independencia y a la soberanía.

El trabajo de la diplomacia cubana ya es menos creíble, la progresiva (aunque aún insuficiente) apertura del país en aspectos como salida del país, acceso a la información y otros, han permitido que la realidad cubana sea divulgada de una manera directa, real y sincera por los propios actores. La comunidad internacional incluso dentro de esta los llamados países amigos comienzan a percibir la realidad cubana de otra manera. En cuanto a las relaciones con Estados Unidos, estas se entregan totalmente congeladas y con una situación de conflicto que aún resta por resolver y que incluye la salud y seguridad de los funcionarios estadounidenses en la sede de La Habana.

La situación económica es quizás la mayor de las cargas entregadas y una de las más complejas de resolver, por los intereses que mueve y las sensibilidades políticas que algunas medidas pueden generar. Una ley de inversión extranjera, aprobada hace ya más de cuatro años, no ha sido capaz de cumplir su objetivo, la captación de fondos externos destinados a capitalizar la economía nacional es aún insuficiente, por razones objetivas (dentro de la ley) y por razones objetivas (de las personas encargadas de gestar el proceso). Una situación monetaria que implica la presencia de dos monedas nacionales (CUC y CUP) con movilidad dentro de la economía. Su presencia en sí no represente problema; la dificultad reside en la equiparación irracional de ambas monedas en el sector empresarial y la respectiva deformación de la información financiera, que limita la capacidad de los actores de dilucidar con facilidad la empresa rentable de la morosa. La eficiencia empresarial es en general un serio problema nacional.

En el plano social las condiciones son igual de complejas. Una nación que ganó el reconocimiento y la aceptación (en su momento) de no pocos países y actores políticos por algunos logros alcanzados en sectores sociales como la educción, la salud, el deporte, la cultura, la seguridad social y otros, hoy no puede hacer gala de tales avances. Todas ellas como actividades presupuestadas, dependen de la estabilidad y bienestar económico de la nación, por lo tanto, el fracaso del modelo económico ha influido en la desatención ascendente a estas actividades. La infraestructura de las instalaciones se aprecia en estado crítico. Los medios, herramientas, instrumentos, instrumentales y otros bienes necesarios para el desarrollo de las funciones están en escases o en mal estado. La atención al recurso humano en general es muy mala y los salarios sumamente bajos. Lo que una vez fue joya y orgullo de la nación y su “Revolución” hoy es un asunto que se evade y una situación que se complejiza, pues desde el punto de vista objetivo, la solución (que es principalmente económica) se encuentra un poco distante.

Todos los signos indican que la esperada transición aún debe esperar. Un proceso de este tipo y con carácter pacífico debe contar con el apoyo mayoritario y declarado de los principales actores políticos y la población en general. Bajo el escenario actual se hace poco probable la germinación de cambios hacia la participación económica, política y general de todos los ciudadanos. La presencia física, real y decisiva de la generación más conservadora dentro del partido comunista es aún percibida como dominante en el ambiente estatal y gubernamental. El cambio, aunque exista el deseo de presentarlo, no será ahora un buen momento para ello. El nacimiento prematuro puede ser incluso el principal factor de un anticipado fracaso. Nuevas figuras políticas deben surgir, otras deben para ello ceder espacios y facilitar su experiencia y preparación.

Julio Fariñas

Licenciado en Economía, Universidad de La Habana, 2014. Fue profesor en la Facultad de Ciencias Económicas en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (Sep 2014 – May 2017).

Ha colaborado con Sindical Press, Observatorio Económico Cubano, y Association for the Cuban Economy. Es Director del Instituto Cubano de Economía Aplicada (ICEA) y miembro del Consejo Científico de la Fundación de Estudios Políticos y de Alternativas para la Transición Democrática en Cuba. Maneja proyectos de sociedad civil para fomentar la actividad privada en Cuba, mediante la promoción y estudio del emprendimiento y la innovación social. Trabaja con el Institute Cuban And Cuban American Studies (ICCAS), de University of Miami, en temas referidos a economía cubana.

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