Desde antes de Cristo, desde los aborígenes, en Cuba, el tatuaje ha sido un arte y una forma de comunicarse. En la actualidad y a pesar de los años transcurridos, continua siendo un lenguaje utilizado entre grupos de jóvenes y adultos de la sociedad cubana. En Cuba practicar cualquier actividad al margen del Estado resulta complicado, pero en el caso de los tatuadores las dificultades se incrementan.
En Cuba, los adolescentes y jóvenes sobre todo, persiguen a los grabadores de tatuajes, en busca de un nuevo estilo, para expresar sus ideas, su forma de amar y hasta de odiar. El Gobierno, bajo la ideología de un comunismo perfecto, se dio la tarea desde 1959 de limitar a la población a tatuarse. Solamente se veía en las calles con este diseño en la piel a aquellas personas que salían de prisión, algún extranjero de visita en el país, o algún artista de alto nivel, el resto de las personas amantes del grabado se limitaban, porque para el gobierno era y es, una actividad de desarrollo ilegal.
La mentalidad de los líderes del Gobierno ha limitado a jóvenes a aplicar a centros de trabajo, carreras universitarias, especialidades, por el simple hecho de tener un tatuaje en su piel. No existe una ley que lo prohíba oficialmente, pero la manipulación política de centros de estudios, de trabajo, los partidistas o comunistas, hacen hincapié en mantener la ideología que alguien determinó era negativa para la sociedad cubana. Sin dejar de mencionar que en el 2013 el Estado ofreció una serie de opciones para ejercer el trabajo por cuenta propia, y entre las actividades autorizadas, el ejercicio del tatuaje no aparece recogido.
En la actualidad, los tatuajes van más allá de una forma de expresión. Hoy es considerado como moda, cultura, modernismo y arte. El mundo ha tenido grandes personalidades que han seguido y han vivido el tatuaje en su piel, como el deseo más añorado de su existencia. Por ello, los gustos y las preferencias de los adolescentes y los jóvenes, no la elimina ningún patrón absurdo de un político, ni manipulaciones de ideologías sin fundamentos.
Los jóvenes siempre hemos sido rebeldes, porque buscamos cambiar nuestro entorno, sea ilegal o no, las calles cubanas siguen mostrando a jóvenes con hermosos tatuajes en su piel. Los tatuadores que se atreven a asumir el reto de este trabajo afrontan serias complicaciones para conseguir las pinturas, las agujas y los guantes.
Tal y como dijera el joven grabador de tatuajes de 27 años, Richel Hernández: “Hago tatuajes porque me gusta, porque me siento artista, porque no le hago daño a nadie y le gusta a mis seguidores, aún cuando el gobierno nos ataque”.
Sin duda, el tatuaje es también sinónimo de cultura y arte para muchos. Por lo que, podemos decir que la teoría castrista de inculcar que los tatuajes expresan señales de presidio, y malas conductas en la sociedad perdió sustento.
Nada ni nadie tiene el derecho de impedir los sueños de las personas. Defender las añoranzas y las esperanzas, es el principio para vivir en un mundo nuevo y libre.
Comentario