Cuba te Cuenta

Onomástica del retroceso

Bajaron el precio de los huevos a 90 centavos y la gente se puso contenta. Así de patética es la cotidianidad cubana. A 90 centavos los huevos de gallina, y 50 millones de dólares de crédito ruso para comprarle armas a Rusia. La noticia no ha despertado revuelos entre la gente que se apresura en la calle calculando su miseria. Los más entendidos dicen que tal suma no basta para actualizar ejército alguno, a menos que se reserve para batallas posteriores a un conflicto nuclear. Conocedor de su propia bilis, el Gobierno cubano confía más en aquello de “bicho malo nunca muere”, que en realizar esfuerzos por una coexistencia pacífica sin izar entre gritos los jirones de una dignidad chamuscada.

Y el problema es que Rusia no es la Unión Soviética, ni Vladímir Putin es Nikita Jruschov. El azúcar como billete de cambio, ha dejado de ser una justificación, aunque se conceda la vida eterna para pagar la deuda. Mientras tanto, las sandeces absolutistas de Venezuela y Nicaragua, países repletos de influencia y presencia cubanas, sugieren el retorno de antiguas polaridades que, por demás, nunca desaparecieron.

En medio del bombardeo mediático que intenta mostrar la superioridad de un proyecto constitucional ―insólito únicamente en la historia de las anti-constituciones―, los cubanos no se han preguntado acerca del sentido de un crédito millonario para comprar armamento, mientras la élite gubernamental les exige protestar contra un bloqueo que impide la adquisición de medicinas y alimentos. La amenaza que se cierne sobre Cuba no es la de una guerra en su propio suelo, sino la de su implicación (otra vez) en las guerras de otros cielos. ¿Cabe en dicho proyecto constitucional, la posibilidad de que los ciudadanos se opongan a convenios que los hunden más en el sinsentido?

A pesar de la nostalgia de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, el tío Stiopa de los animados rusos no regresará nunca. En lugar del soldado refulgente, multifacético y carente de vida íntima, vendrá un Stiopa oligárquico con el solitario mérito de haber abandonado la costumbre de besar a los hombres en la boca para festejar la victoria. Dadas las circunstancias, para los rusos el pasado mejoraría por la actualización de unos rencores que Nikita echó a rodar tras acordar con John F. Kennedy el desmantelamiento de los misiles nucleares soviéticos en Cuba, y solucionar la Crisis de los Misiles o crisis de Octubre de 1962. Aunque muerto, el otro implicado, Fidel Castro, también actualizaría su memoria. Fidel no estuvo de acuerdo con mantener en secreto el traslado de los misiles, pero sí estuvo de acuerdo con que la Unión Soviética realizara un ataque nuclear “preventivo” (desde Cuba) en caso de invasión, a despecho de que la respuesta estadounidense cayera sobre la isla.

Con el crédito ruso regresarán las representaciones y colaboraciones militares. A pesar de eso, es difícil que los cubanos vuelvan a escoger para sus hijos, nombres como Seriosha o Nadiesha, mucho menos Stiopa. El paquete de información semanal con el que sobrellevan su hastío, carga suficientes telenovelas turcas y coreanas como para insinuar nombres tan sugerentes como Kamil o Kim Yon-Il. El primero clasifica sin problemas. El segundo requiere cierta habilidad para incorporar nuevos sabores al ajiaco de la cultura criolla, tan reacia a los guiones foráneos: “Su hijo se llamará Kimyonil de Armas García”. Algo así no debe asustar, si existe alguien que se nombra Osama de la Caridad Guerra Toledo. ¿Amnesia o ignorancia? Que responda el tío Stiopa.

Tony Pino

Técnico Medio Nuclear. Trabajó como profesor en el Politécnico de la Central Electronuclear, en Cienfuegos. En 1990 fue separado del magisterio por cuestionamientos políticos a la viabilidad de la construcción de una planta nuclear en Cuba. Fue jubilado por enfermedad en 1992.

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