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Pechuga de Bolsonaro: Variaciones surrealistas de la dieta cubana

Jair Bolsonaro, presidente electo de Brasil, lleva al Foro de Sao Paulo a su recta final. Este Foro, creado en 1990 para aglutinar a la izquierda Latinoamericana, propició la llegada al poder en algunos países, del llamado Socialismo del siglo XXI. Brasil, Venezuela, Nicaragua o Argentina, le aportaron un respiro al régimen cubano. Cuba había logrado clonar su sistema político sin pasar por elecciones democráticas. Ahora, unas elecciones democráticas en Brasil invierten la situación. Cuba puede hallarse otra vez a las puertas de un período especial parecido al que sobrevino después de la debacle del campo socialista.

A los cubanos de a pie no les preocupa que el recién electo presidente de Brasil sea de ultraderecha, homófobo, misógino y pistolero. Tampoco su tardía filiación al evangelismo. Les preocupa que suspenda la exportación de pollos, si ya puso en entredicho la presencia de los profesionales cubanos de la salud porque el Gobierno de la isla se apropia del 75 % de las ganancias que estos generan.

El llamado período especial fue la época de la polineuropatía, recordada entre otras cosas por la caza desmedida de gatos para sustituir la proteína que aportaban las reses y los cerdos. A esta fecha pertenece también la desaparición del pescado y la especialización de las pescaderías en la venta de unas croquetas insípidas de las cuales nunca se supo su composición. La ausencia de pescado situó a los cubanos ante una crisis: ¿Cuba era verdaderamente una isla? La invasión de clarias y tencas, peces que habitan en charcas y estanques, despejó esa duda y generó otra: se confirmó que, en efecto, vivíamos en una isla, pero ¿ceñida por agua dulce?

Más tarde, con los cacareados avances de la biotecnología se pensó que los pollos de granja estaban mutando, puesto que en la dieta solo se veían el muslo y el contramuslo de esas aves. El desengaño vino cuando las pechugas faltantes fueron descubiertas en las ofertas gastronómicas de los hoteles. No hubo nota oficial del Gobierno comentando el hecho.

Y finalmente, con el mencionado Foro de Sao Paulo llegaron los enormes pollos brasileños, incluida la pechuga. Si bien es cierto que esos pollos están en la frontera del salario medio de la población, los cubanos determinaron que valía la pena el esfuerzo, pues con una sola pechuga brasileña podían elaborar mayor cantidad de raciones que con el muslo y contramuslo de un pollo cubano. Si el Foro se va a bolina, ¿cuál será la próxima dieta?

El reciente periplo asiático del presidente Miguel Díaz-Canel, no aporta claridad al tema. Para los efectos gastronómicos, resulta preocupante la asociación entre el estrechamiento de relaciones con países como China, Corea del Norte o Laos, y su costumbre de comer carne de perro. Si hay que llegar a soluciones extremas, como sucedió en aquel período especial, es evidente que ahora habrá más reticencia a la hora de cenar. Existen diferencias entre comerse un gato, animal que no le importa que lo llamen Misu o Misi, y comerse un perro que responde buenamente como Nerón, Canelo o, incluso, Bolsonaro. No se mueven los afectos de la misma manera.

Cualquiera paga bien por un filete de pechuga. Cualquier turista. Y tiene razón: los cubanos también lo hacen si tienen la posibilidad. Lo peor es que la suma de los desajustes termine generando diálogos como este: “Cuando yo sea grande quiero ser turista”, dijo en broma un cubano hastiado de pollo. “Cuando yo sea grande no quiero ser cubano”, le respondió tristemente otro cubano.

Tony Pino

Técnico Medio Nuclear. Trabajó como profesor en el Politécnico de la Central Electronuclear, en Cienfuegos. En 1990 fue separado del magisterio por cuestionamientos políticos a la viabilidad de la construcción de una planta nuclear en Cuba. Fue jubilado por enfermedad en 1992.

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