Knickers es un novillo australiano que se ha convertido en fenómeno mediático. Pesa 1.400 kilos y mide casi dos metros. La noticia es que Knickers escapó del sacrificio porque las instalaciones del matadero no pueden procesar reses tan descomunales. Inevitable reflexionar acerca de las normas y el igualitarismo. Por una vez, lo diferente esquiva la cacería de brujas.
Inevitable también recordar a Ubre Blanca, aquella vaca cubana del récord Guinness de producción de leche con 109.5 litros en junio de 1982. Como Knickers, Ubre Blanca fue una vaca excepcional. Nació en un rebaño de la Isla de la Juventud, fruto del cruce entre un toro Holstein y una vaca cebú asiática, aunque después se dijo que el padre era un toro canadiense. Más le hubiera valido tener los papeles de la ciudadanía.
Estas reses son clasificadas con la gélida etiqueta de F2. Posteriormente, los vaqueros humanizan el trato nombrándolas, si al fin y al cabo terminan acariciándoles los pezones. Tampoco Ubre Blanca era un nombre insólito para una vaca completamente negra que solo podía distinguirse por el blanco de su tetamen. Era como señalar a un calvo en la multitud para que sirviera de referencia. Los campesinos cubanos no suelen ser muy originales.
Como mamífero político, el Gobierno cubano no dejaba de buscar ubres económicas que resolvieran los problemas, al estilo del vicioso de la lotería que se endeuda en su afán de tornarse millonario de una vez. A la par, se aprovechaban las ocasiones que sirvieran para desacreditar al imperialismo yanqui. Ubre Blanca fue una de ellas porque el récord Guinness lo ostentaba Linda Arleen, una vaca estadounidense. Cuando Fidel Castro conoció las potencialidades de Ubre Blanca, la convirtió en “obra priorizada” y no paró hasta exprimir a la pobre bestia. Otra victoria sobre el enemigo.
Después de ser aplaudida en los discursos y vivir una existencia privilegiada, Ubre Blanca languideció. La prensa informó que había enfermado de cáncer en la piel por su exposición al sol. Sin embargo, Ubre Blanca permanecía en su establo escuchando música y comiendo alimentos prohibidos para el ganado, toronjas, por ejemplo. No está certificado si para los efectos del Guinness, las vacas deben ser ordeñadas en condiciones normales o excepcionales. Pero sí es seguro que andaba estresada por la presión de ver tantos uniformes militares a su alrededor. Y Fidel le hablaba al oído cuando la visitaba.
Ubre Blanca fue inmortalizada con una estatua de mármol blanco que se colocaría en la Plaza de la Revolución de la Isla de la Juventud. La plaza nunca se construyó y la escultura terminó en un parque. En el año 2000 le faltaba una oreja, un tarro y un pedazo de rabo. Uno de los escultores justificó la perpetuidad de la vaca diciendo: “De todas maneras, a la Venus de Milo le faltan los brazos y la Victoria de Samotracia está mutilada también”. La Ubre Blanca auténtica fue disecada y se encuentra a la entrada del Centro Nacional de Veterinaria (CENSA), un lugar que nadie visita.
Fidel Castro nunca logró convertir a Cuba en una potencia lechera y mucho menos cárnica. Tampoco logró clonar a Ubre Blanca. Hubiera sido más fácil extender a los cubanos las condiciones en que vivió la vaca, pero nadie fue capaz de sugerirlo. En ese sentido, la experiencia dicta a los asesores que es preferible llamarse F2 a llamarse Ubre Blanca. Pasar desapercibido, no hacer sombra, no señalarse. Esa es la única manera en que pueden comerse toronjas de vez en cuando.
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