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Crónica de fin de año

Desde el 1ro de enero de 1959, las celebraciones de fin de año en Cuba se convirtieron en las del triunfo de la Revolución. No obstante, durante la década de 1960 perduró una huella del antiguo régimen: la Navidad. Hubo que esperar al capricho y sacrificio de la Zafra de los Diez Millones, en 1970, para tener un pretexto que eliminara la tradición.

La Navidad era la fiesta de los arbolitos, el turrón, las nueces y las avellanas. La celebración del 31 de diciembre permitía más excesos; era la noche del arroz con gris y la carne de cerdo, la cerveza y el ron. Y la música. La gente festejaba en sus casas, pero a las 12 de la noche se las arreglaban para estar en la calle, abrazados (o fajados) con los vecinos.

En los barrios era común armar un muñeco al que vestían de mendigo. El muñeco se quemaba cuando los relojes marcaban la medianoche. Significaba la purga de todo lo viejo, la purificación de las malas energías concentradas en el muñeco. A nadie se le ocurría vestir el muñeco con ropas nuevas. Todo su estalaje debía apuntar a lo desagradable, a lo que necesariamente tenía que desaparecer o quedar atrás.

Después de 1959, con los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) ya establecidos y debidamente ideologizados, se “orientó” que a las 12 de la noche del 31 de diciembre había que cantar el himno nacional y leer un comunicado que terminara, sin falta, con vivas a la Revolución y a Fidel. De quemarse un muñeco, estaría vestido como el Tío Sam. Una moda efímera, pues era más fácil vestirse de mendigo que de imperialista. Y entonces murió también la tradición del muñeco quemado. La Navidad se siguió celebrando en la clandestinidad.

No puede precisarse exactamente en qué año volvieron a quemarse muñecos en las calles el 31 de diciembre. La referencia habla de 1998, año en que el Papa Juan Pablo II visitó Cuba. Uno de los frutos de esa visita fue la “devolución” del 25 de diciembre como día feriado. Más adelante, con la visita en 2012 del entonces Papa Benedicto XVI, se “devolvería” también el Viernes Santo. Desde luego, la Iglesia ha insistido en el sentido religioso de esos días; pero es poco probable que en las conversaciones con el Gobierno acerca del “rescate de las tradiciones”, se hablara de volver a quemar muñecos en las calles la noche de fin de año.

Después de las doce de la noche del último 31 de diciembre, las casas que atronaban el barrio con su música eran muy espaciadas. En las pocas esquinas iluminadas, podían verse los restos de huevos reventados en la calle. Esos huevos, según la creencia, deben lanzarse hacia atrás por encima del hombro después de pasarlos por el cuerpo para hacer una “limpieza”. Y aunque no llovió esa noche, el pavimento estaba mojado por el agua que las personas lanzan con un cubo. Esa agua, dicen, lleva consigo todo lo malo de los hogares.

La anécdota más suculenta proviene de uno de esos barrios pobres repletos de edificios, donde tuvieron un muñeco que solo se observó con claridad cuando le prendieron fuego. Antes parecía estar escondido. En el barrio imaginaban que había sido trabajoso conseguir prendas para vestirlo. Nadie se quiere desprender ni siquiera de un trapo. Gracias al ron que andaba corriendo desde temprano, pronto se conoció la razón del secretismo: se habían robado el muñeco de otro barrio. Robar es más fácil que invertir.

Las cenizas volaron calle abajo y se unieron a las cenizas de otros muñecos, y todas se juntaron con el agua de la limpieza. Con semblante aburrido, pasaron los últimos de unos pocos que habían salido arrastrando maletas. Tampoco se sabe cuándo la gente comenzó a darle la vuelta a la manzana la noche del 31, arrastrando maletas para abrir las posibilidades de viajar en el futuro inmediato.

Lo que en Cuba parecía un signo esperanzador, ahora no es más que un signo desesperado. En su momento, el Gobierno reprimió todo simbolismo que no fuera propio. Ahora, ha permitido que regresen los más arraigados. A su entender, siempre será preferible que las personas expulsen sus desacuerdos a través de símbolos y no a través de sublevaciones. Y seguirá siendo así mientras la gente prefiera “limpiarse” con un huevo de la precaria canasta familiar, antes que alimentarse…

Tony Pino

Técnico Medio Nuclear. Trabajó como profesor en el Politécnico de la Central Electronuclear, en Cienfuegos. En 1990 fue separado del magisterio por cuestionamientos políticos a la viabilidad de la construcción de una planta nuclear en Cuba. Fue jubilado por enfermedad en 1992.

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