¿Qué comemos hoy? Puede ser una pregunta sencilla, que nos trae imágenes agradables de alimentos que nos nutrirán y deleitarán, siempre y cuando estemos entre las personas que en este mundo tienen la posibilidad de alimentarse diariamente. Sin embargo, desde hace tiempo no es secreto para nadie que ese hermoso tomate que consumimos puede ser transgénico.
En Cuba, empresas militares se dedican a cultivar soya transgénica y en los laboratorios de biotecnología se ensaya y se producen a escala piloto, para después incorporarlos a la producción, organismos genéticamente modificados.
Un organismo transgénico, también llamado genéticamente manipulado es aquel donde se ha insertado un gen de otro organismo vivo. Recordemos que la preposición “trans” quiere decir “del otro lado de”. Existen distintos tipos de transgénicos animales, bacterias y plantas. Los animales se utilizan mucho en las investigaciones de laboratorio. Las bacterias transgénicas se utilizan para producir proteínas como la insulina humana. Pero sin duda, las plantas transgénicas son la aplicación más importante de la ingeniería genética.
Se han logrado obtener plantas con resistencia a herbicidas, con distinta composición química. La mayor innovación es la creación de plantas cuyas semillas se autodestruyen, es decir “semillas suicidas”.
Muchos alimentos pueden ser transgénicos. La harina de soya que se usa en panadería y en los embutidos cárnicos, en el queso y en la leche de soya, en jugos, helados, golosinas, alimentos que contengan almidón de maíz, aceites de maíz o de girasol, pero también los tomates llamados “larga vida”.
La lista es muy larga. El peor obstáculo que encontramos en Cuba, es que no existe la obligación legal, como en otros países, de etiquetar los alimentos, informándonos si contienen componentes transgénicos. Además es el Estado quien posee los laboratorios de ingeniería genética donde se realizan los experimentos para después introducirlos sin control a la producción.
Los cultivos transgénicos provocan transformaciones genéticas irreversibles y generan resistencias de plagas y de las malezas. Pero fundamentalmente se desconocen sus impactos sobre la salud humana y animal. Por lo tanto, entre las principales consecuencias para la salud humana se encuentran alergias, efectos cancerígenos, resistencia a los antibióticos. En el tema ambiental las consecuencias son la desaparición de numerosas especies que dejan de ser cultivadas ocasionando una irreparable pérdida de la biodiversidad, empobrecimiento del suelo y contaminación del agua.
En Cuba destacan grandes empresas como Monsanto y Novartis que controlan actualmente casi la totalidad del comercio mundial de alimentos, productos químicos y farmacéuticos. En Cuba el Gobierno se juega a ser Dios, pues es la meca de los transgénicos.
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