Este año, los Reyes pasaron de largo. Al parecer, la empresa transportista a la que pertenecen Melchor, Gaspar y Baltasar ha sufrido los rigores de las presiones estadounidenses para evitar el comercio con Cuba. No obstante, hay otras versiones que hablan de los impagos de la isla.
Sea como fuere, enero vino sin colas en las tiendas. Sin colas para juguetes, quiero decir. En diciembre, los cubanos asistimos al patético espectáculo de ver a los esculturales muchachones de los “boinas negras” salvaguardando la seguridad en las colas para comprar jabón o puré de tomate. Es posible que tengamos un excedente de tropas pugnando por decidir algún conflicto.
Es indudable la ventaja del pensamiento progresista revolucionario. La idea de que unos reyes de oriente (del oriente del mundo) transiten en camellos por todas las latidudes dejando regalos debajo del árbol de Navidad, fue descartada en virtud del realismo socialista y de las tendencias del llamado comunismo científico. Al final resultó que dicho comunismo era más mitológico que los camellos voladores; pero como dijo Fidel Castro en su concepto de revolución: hay que cambiar lo que debe ser cambiado. Según intereses, está claro. Y de la manera que dicte el momento, que la oportunidad la pintan calva.
Pudiera decirse que la manquedad literaria de los escritores cubanos posrevolucionarios (salvadas las imprescindibles y honrosas excepciones), proviene de la prohibición de darle rienda suelta a la imaginación en su infancia para escribirles una carta a los Reyes Magos. Es muy difícil dirigirse a alguien que vive en el mundo de la fantasía, a sabiendas de que solo es un recurso de un alter ego sin recursos. Mucho se ha escrito sobre cómo decirle a un niño que los Reyes Magos no son tales, sino que en realidad son padres apresurados que ni siquiera pierden el tiempo en disfrazarse.
De cualquier manera, la fiesta ha perdurado. En la década de 1970 y después, se impuso un sucedáneo relacionado con celebraciones revolucionarias. Fueron los años de la cuota, de la distribiución estadística a partir de un sorteo muy poco casual. Los cubanos de entonces recordamos con “temor y temblor” la rifa de los juguetes por los números de la libreta de abastecimientos, los célebres juguetes “básicos, no básicos y dirigidos”. Los niños de entonces no necesitábamos dudar de la existencia de los Reyes Magos. Bastaba con dudar de la capacidad de sus sacos para incluir la totalidad de los pedidos. O como decía un amigo: “No tienes necesidad de matar los pecesitos. Basta con dejar la pecera con un hilo de agua. Más tarde o más temprano, saltarán. Y será su culpa”.
También es cierto que en Cuba, hoy en día, los niños son como los mendigos; no quieren una “peseta”, sino un “dólar”. Poseen el instinto cotidiano de la precariedad de la economía: el alcance de hoy, solo alcanza para ayer. No se puede negar una tendencia al pensamiento positivo: piden en grande. No piden viajes en crucero. Piden visas para tener la posibilidad de viajar en cruceros. “¿Cuál es tu mayor deseo para el nuevo año?”, le pregunté a la hija de una amiga. “Que mi papá me lleve con él”, me dijo sin titubear, pensando en Miami. La muchacha tiene 15 años y su papá se fue cuando tenía dos. Nunca ha regresado a Cuba, pero sueña con tener a su hija consigo. Le pregunté: “¿Y qué pasa con tu mamá?” Se encogió de hombros. “¿Qué pasará contigo si tu hija se va con su padre?”, le pregunté a mi amiga. Se encogió de hombros.
Hace algunos años, el director de una escuela primaria se tomó la atribución de desmentir el mito por su propia cuenta en un matutino, diciendo que los verdaderos Reyes Magos habían sido Fidel Castro y sus rebeldes. Aludía a la caravana que todos los años reedita el tránsito del ejército revolucionario desde oriente hasta occidente en 1959. Como se sabe, Fidel fue tentando el terreno y haciendo panegíricos en algunas ciudades después del triunfo el primero de enero, hasta llegar a La Habana el día 8. El periplo lo homenajean niños y jóvenes en esas fechas, montados en camiones y enarbolando banderas, los mismos niños y jóvenes que no se turban a la hora de escoger entre una visa y el amor materno.
Pero no hay que preocuparse. Magos al fin y al cabo, los Reyes encontrarán la manera de burlar el bloqueo, quizás no en los ómnibus amarillos de los Pastores por la Paz, sino abriendo una ruta iraní hasta el Caribe. Todo sea por destruir al enemigo, porque el fin justifica los medios en cualquier época. El pueblo sabrá entenderlo si, en un arranque de intercambio cultural, los Reyes Magos truecan sus juguetes por ojivas nucleares. Ya sucedió en octubre de 1962. Se abren las apuestas, Melchor, que las tropas quieren salir a la batalla.
Comentario