Resulta indignante ver que “los libertadores de Cuba”, durante los años en que se enfrentó a la tiranía de Fulgencio Batista, y mucho antes también, utilizaron cuantos métodos desestabilizadores y opositores pudieron para el cumplimiento de sus objetivos; en tanto es prohibido hoy en día emplear los mismos métodos, inclusive de manera limitada. No es fácil encontrar una respuesta lógica para tal situación, sin antes hacer un análisis de los motivos que movilizan cada comportamiento y el contexto donde se generó.
Hablo específicamente de «las huelgas, las propagandas, los afrontamientos a la policía política, etc». Todo empezó desde el mismo inicio de las luchas por la liberación del régimen colonial español, cuando los llamados «insurrectos» se aglutinaban, recaudaban fondos para la compra de armas, boicoteaban unidades militares ibéricas en la isla, etc; todo por conseguir la ansiada libertad para Cuba. La idea era más que clara; para los revolucionarios «cualquier acción encaminada a frenar y exterminar la dictadura del gobierno existente era aceptada, solo por convicción patriótica».
Sin embargo, a pesar de que el propósito es aplicable siempre al concepto de oposición política, se da a entender que solo los que se declaran defensores del ideal socio-comunista y “revolucionario”, ligado a ideales utópicos de pensamiento de la filosofía marxista, son los que guardan la razón. Nada más falso y alejado de la verdad. Lo que sucede en este caso es que está demostrado históricamente que cuando el ala izquierda se hace con el poder, no es sino con una fuerza mayor que se le arranca del trono. Para ellos la verdad absoluta, que no existe, es la que tienen a su haber; y que el resto de las formas de pensar y hacer la política son las equivocadas.

Es por ello por lo que, este sustento teórico que los envuelve da respuesta al porqué para «los revolucionarios comunistas» les era necesario el hacer huelgas, propagandas, etc.; porque para ellos esas acciones tenían un fundamento ligado a la razón de una “causa justa”. Se explica claramente que, cualquier otra acción similar a las utilizadas en su momento por ellos mismos, diferente al sentido que encausaron es atacar la “causa justa”, y por ende es inmediatamente abatida. Nada más cercano a la ironía y a la hipocresía en el pensamiento de los comunistas.
En otras palabras, aplica para los socio-comunistas, de manera perfecta la frase: “Haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga”. No les conviene a estas alturas que se apliquen en Cuba huelgas populares, porque se estaría cuestionando internacionalmente su “causa justa”. Evitan, en la medida de lo posible, querellas abiertas y masivas entre su «cuerpo policial revolucionario» y el pueblo que se le opone, para que internacionalmente no se cuestione su obra maestra y política. En su lugar se utilizan los métodos de represión pasiva, sugestiva o intimidatoria, siempre con el propósito de no manchar la imagen benévola e inmaculada que venden sobre la gestión de su gobierno.
Se convierten, los defensores del socio-comunismo, en especialistas en el arte de la palabra vacía y sin sentido. La diplomacia es su escudo ante el mundo, precisamente porque está construida con las palabras más adornadas que pueden hacer soñar a cualquier ser humano. La defensa de sus ideales está por encima de cualquier cosa, incluso por encima de su propio pueblo. Es lo que explica por qué cada cubano opositor es lo peor del mundo, para los líderes de este sistema político; que con sus ofensas, improperios, discriminaciones, y amenazas trata todos los días de minimizar la fuerza mayor que a la larga terminará por imponerse, con justicia, perseverancia, y con la ayuda de Dios.
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