Del papel sanitario se tienen noticias seguras en la China del siglo II a. C. Sin embargo, ya en el año 589 a. C., el funcionario Yan Zhitoui, advertía sobre la necesidad de abstenerse de usar el papel donde estuvieran escritas anotaciones o comentarios de los Cinco Clásicos, con “propósitos del cuarto de baño”. Él¸ consecuentemente, lo hacía, aunque no hay testigos para corroborarlo.
Se trataba, al menos, de una consideración ética para con los textos que regían el comportamiento de los ciudadanos, lo cual sugería, a su vez, que existían los que no tenían reparos en utilizarlos para menesteres más prosaicos. Debe tenerse en cuenta que mencionar los Cinco Clásicos en la China de entonces, equivalía a hablar del Libro Rojo de Mao en los años de la Revolución Cultural. Lo sagrado es lo sagrado, aunque sea para mantener las apariencias.
En mi memoria, el cuarto de baño está relacionado con los rotativos nacionales: el Granma, el Juventud Rebelde, el Trabajadores. También existían los suplementos humorísticos DDT y Pa’lante, más intelectuales y políticos; y el Melaíto, de Villa Clara, más costumbrista. La revista Bohemia era semanal y muy leída. Lo que quiero decir es que sobraba el papel vitando.
En las casas existía una figura emblemática: la del patriarca familiar sentado en el váter leyendo el periódico. Ignoro cómo se impuso esa estampa, porque la misma dignidad patriarcal impedía exhibir lo que sucedía puertas adentro del cuarto de baño. Y era lógico, si los viejos se empeñaron en seguir usando cuello y corbata hasta que las polillas en los escaparates pidieron la jubilación.
Mi padre recortaba los periódicos en largas tiras que enrollaba luego cuidadosamente en el cilindro de madera donde debía ir el papel sanitario, al lado del inodoro. Si alguna vez leí periódicos de niño, fue en esos textos mutilados que siempre resultaban más interesantes, pues tenía que inventarles el principio o el final. Por su parte, las fotos eran hilarantes: un ojo por aquí, un trozo de barba por allá. No había malas intenciones, solo necesidad. Es muy probable que mi irreverencia hacia cualquier autoridad, provenga de la ridiculez que proyectaban aquellas imágenes cercenadas.
Recuerdo vagamente cómo se convirtieron algunos hábitos en cosas obsoletas según la perspectiva revolucionaria. El vestir elegante, los buenos modales, hasta el comer utilizando toda la cubertería necesaria, se transformaron en rezagos pequeño burgueses. Nuestra cultura fue invadida por la tosquedad soviética y la impronta guerrillera del desaliño. Había papel sanitario por la cuota, un papel color cartucho que asqueaba más de mirarlo que de utilizarlo, y apenas alcanzaba para un mes. Luego se perdió, quizás por ocupar algún espacio en la lista negra de los “rezagos”.
Utilizar periódicos y revistas para propósitos higiénicos, enmascaraba las situaciones embarazosas. Se podía andar con los diarios bajo el brazo, sin temor a recibir sonrisas mordaces que imaginaran intimidades. Por un lado, el propósito principal de la prensa era informar (o lo contrario). Y por otro, todos los seres humanos están sujetos a la necesidad de evacuar. Esa imprescindible cara de la moneda, era la que obligaba a los cubanos al silencio. Nadie quería delatarse a sí mismo riéndose de otro. La única regla era que las últimas páginas en utilizarse, fueran las que publicaban chistes, anécdotas y crucigramas. Un lápiz y una tijera para recortar, no eran objetos anacrónicos en los baños cubanos.
Con el regreso del papel sanitario no regresó el pudor. Luego, cuando volvió a escasear, los periódicos habían desaparecido de los estanquillos y la constancia del agua de acueducto dejaba mucho que desear. Aunque inimaginable, los cubanos se estaban preparando para un apocalipsis acaparando papel sanitario.
El dislate llega a su máxima expresión en la actualidad, cuando se observa a una persona cargando un paquete con veinte rollos de papel sanitario, y comentando al mismo tiempo que las tiendas están vacías y que no hay nada para comer. Existe una relación directamente proporcional entre la cantidad de comida que se consume y la cantidad de papel utilizado, sobre todo si se considera la calidad del alimento; por eso es evidente la contradicción. Como quiera que sea, no deja de ser una tendencia optimista del subconsciente poner el parche antes de que caiga la gotera, según expresión popular de prevención.
En estos tiempos, benditos sean los que tienen teléfono fijo y por esa razón ETECSA les otorga el privilegio de una flamante guía telefónica con páginas de ese papel fino al que llaman papel Biblia. O en su defecto, benditos sean los que heredaron una biblioteca de la era soviética en la que abundaban los tomos con las obras completas o escogidas de Vladimir Ilich Lenin, los cuales, excepto la carátula, también llevaban su mensaje en papel Biblia. De cualquier manera, para los efectos de matar el tiempo en el retrete, siempre será recomendable la guía telefónica. En ningún caso desarrollará la imaginación, pero podrá serle útil a sus amigos sugiriéndoles nombres para sus hijos en camino.
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