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Verano: ¿solo recreación?

Cada año se esperan –aunque Cuba es un eterno verano- los meses de julio y agosto. Se multiplican los colores en el período vacacional: playa, campismo, baile y música, para el quehacer de este pueblo divertido, cuando también no pocos tienen que sudar más al asegurar el disfrute merecido, mientras que otros, la mayoría tienen que conformarse con ver la televisión. Una mezcla de sabores intensos bajo el cálido sol que ilumina este período del año.

La alegría, necesaria para vivir, debe estimular el pensamiento, no aletargarlo. Una de las cosas que aprendimos en la escuela, enseña que Cuba se encuentra ubicada en el trópico donde no se suceden primavera, verano, otoño e invierno, sino alternan dos estaciones: lluviosa y seca. También este ciclo lo han alterado los cambios climáticos de los últimos tiempos. Para colmo de males ahora nos ataca una terrible epidemia originada por el COVID-19, cuyo agente patógeno es el virus Sars Cov-2.

Desde fecha más cercana se ha puesto de moda celebrar imaginativamente el inicio y el fin de la etapa veraniega, como en un rito establecido por decreto; pero el entusiasmo no conseguirá que el calor se limite a ese lapso. Llamar verano a las semanas que van de julio a los primeros días de septiembre parece obedecer, de un lado, a una ilusión: creer que las altas temperaturas se darán solamente en ese período; y, de otro, a una verdad ostensible: la población escolar del país está de vacaciones, y eso no es una minucia.

Los niños y jóvenes necesitan modos de emplear sus energías después del enclaustramiento por el COVID-19 y reponerlas para el siguiente curso, lo cual concierne además, de distintas maneras, a los familiares adultos, tengan o no vacaciones. La nación debe apoyar la búsqueda de opciones para el entretenimiento; pero este no se alcanzará ignorando intereses e iniciativas y colectivas.

La comunidad ha de favorecer el cultivo de la alegría, que no excluye perspectivas creadoras, ni hábitos edificantes como el de leer, y el de disfrutar de la música, sea en el recogimiento o en reuniones y fiestas, sin convertirla –como va siendo habitual- en bulla enajenante, molesta para otras personas.

Donde exista un local adecuado para buenos encuentros, habrá espacio en que recrearse. Donde haya un río, un bosque, una playa, en fin, una porción de naturaleza para dar riendas sueltas a la diversión sana, habrá maneras de cultivar el cuidado del entorno. Ese es un propósito fundamental cuando se está generalizando una indisciplina que no solo daña ámbitos urbanos y playas: lo mina todo. Urge poner freno eficaz tanto al desastre ambiental como al deterioro de las buenas costumbres.

No se trata de campañas propagandísticas, generadas por mentes dadas al catastrofismo. De manera creciente lo confirman la mengua de la civilidad y el empeoramiento del clima que le está tocando vivir al mundo: que estamos obligados a sufrir. Temperaturas insoportables y diversos fenómenos destructivos crecen en frecuencia e intensidad, por el manejo incontrolado de los recursos naturales.

La vida del planeta, de las especies que en él han surgido –la humana, una de ellas y máxima responsable de tal calamidad, también peligra-, merece perdurar y crecer hacia un verdadero progreso. Buen consenso se requiere para ello, y no son meta que pueda confiarse a la espontaneidad.

Cultivar formas de esparcimiento, y divertirse, no implica desentenderse de la realidad, ni renunciar al pensamiento; no obliga a desistir del propósito de que la nación llegue a ser verdaderamente humana y a tener un país a esa altura.

Abel Hernández

Licenciado en Biología por la Universidad de La Habana con máster en Ciencias de Ecología y Sistemática Aplicada por el Instituto de Ecología y Sistemática de Cuba. Ha trabajado como director del Museo de Historia Natural de Sancti Spíritus, Jefe del Área de Investigación Cultural Dirección Provincial de Cultura de Sancti Spíritus, profesor universitario con la categoría de Auxiliar. Obtuvo Premio en Divulgación Científica en los Concursos Nacionales Pinos Nuevos 1999, La Edad de Oro 2001, La Rosa Blanca 2002 y 2006, y La puerta de papel 2008; y Sendero de Luz 2009, 2010 y 2015, de la Biblioteca provincial Rubén Martínez Villena por haber sido el escritor más leído en 2008, 2009 y 2014.

Correo: pronaten2015cuba@gmail.com

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