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Vivir la pandemia en Cuba es como un despertar en el desierto

Para los cubanos es ya parte de la cultura adquirida en estas seis décadas de castrismo, escuchar discursos de justificación de la mala planificación y distribución de los recursos del pueblo por el Estado, utilizando como excusa al bloqueo, para salvar la imagen de la corrupción de los jefes de primer nivel, y las reiteradas menciones sobre la carencia de materias primas para la producción de algún alimento o producto.

Ahora llega una pandemia que afecta a todo el mundo, la humanidad intenta unirse para tras oraciones, investigaciones y los resultados de la ciencia médica encontrar una salvación; pero la realidad cubana es una cara que no se muestra en las redes y las imágenes de promoción que realiza el gobierno.

Despertar en tu hogar sin encontrar tu acostumbrado trago de café, sin alcanzar la crema dental desaparecida en toda la isla y encontrada de vez en vez tras largas y agotadoras horas entre colas, sumando la desesperación por la ausencia del pollo, el cerdo, salchichas, aceite, jabón, papel higiénico, un shampoo, una crema para el cabello, el arroz y otros alimentos y productos que se vuelven una necesidad para mantenerse en casa con los cuidados y las primeras necesidades. Mencionando además la ausencia de un jugo, un refresco, unas galleticas para los más pequeños de casa que añoran una merienda entre las jornadas del día, hace que los días se conviertan en tormentas sin solución. 

La televisión nacional resalta últimamente las medidas tomadas por los Órganos del Ministerio de Interior (MININT), para evitar el delito y la corrupción, con entrevistas de decomisos detectados, pero la realidad es que la población cada día se preocupa más por las carencias de alimentos, la incorrecta planificación para la venta de éstos y la poca disponibilidad existente que no se corresponde con la demanda poblacional. 

En medio de preocupaciones por la salud de familiares y amigos por todo el mundo, los propios dentro del país y los que tenemos más cerca en el barrio y en nuestro hogar, se suman las tensiones con la pregunta al despertar de ¿qué comeremos hoy? 

La población olvida el riesgo de la aglomeración y se lanza a las largas colas para poder comprar al menos un tipo de producto, único autorizado por cada ciudadano. Sin dejar de mencionar la asimilación de la mala forma, conducta o groserías del personal militarizado al mando de cada oferta, que muchas veces olvidan los dolores del alma y solo piensan en el poder que le brinda su uniforme. 

Mientras oremos, intentemos cuidarnos en casa, guardemos los recuerdos y las vivencias de estos tiempos y mañana cuando vuelva a salir el sol no en un desierto, sino en medio de nuestro enjaulado jardín, podamos sumar voces en busca de la libertad.    

Juan Miguel Fernández

Coordinador del proyecto de comunicación independiente Palabras Abiertas y Cuba Comenta. Bloguero y periodista independiente. Auditor de profesión.

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