Foto: Museo Gundlach (Facebook)
En los bosques lluviosos tropicales, se escucha al anochecer el canto magnífico y melódico de un coro misterioso de ranas en número infinito que enriquece la sinfonía de la floresta. Pero las ranas también hacen su fiesta en la humedad de nuestros campos y ciudades. Sin embargo, la mayoría de las personas no ven con buenos ojos a estos animales. A casi nadie le agrada la imagen del cuerpo rechoncho y aplastado, los grandes ojos saltones y la piel fría y húmeda.
Datos recientes dan cuenta de que casi el 50 por ciento de los anfibios del mundo están amenazados. En el Caribe, la alarma llega hasta un dramático 80 por ciento. En los últimos diez años, más de 150 especies de ranas, sapos y salamandras se han extinguido, la mayoría de ellas en fechas recientes. El sapo dorado de Costa Rica y los sapos criadores en la boca, de Australia, son historia.
Fieles hasta el último momento a su condición de barómetros de salud de la Tierra, los anfibios, en su adiós, nos dicen que la inmunidad del planeta anda mal.
Renombrados herpetólogos admiten que sin las ranas, todo el ecosistema se derrumbará cual castillo de naipes, pues al faltar los anfibios el excedente de insectos amenazará la salud pública y los suministros de alimentos.
Aunque difundidos por todo el mundo, el conocimiento que existe sobre los anfibios todavía no es abundante. En Cuba, apenas ahora comienzan a consolidarse los primeros pasos en este campo.
Según los herpetólogos cubanos, el primer anfibio del país se describió hace 170 años; sin embargo, solo hace 20 que se han descrito para la ciencia más de la cuarta parte de las especies conocidas.
Algo muy peculiar en el caso de nuestro territorio nacional, es que la mayoría de las especies pertenecientes al orden Salientia tienen una distribución local o regional, o sea, su hábitat a veces abarca zonas muy reducidas.
Por eso, aunque pueda haber abundancia de una especie en determinada zona, al estar muy localizada, en caso de ocurrir cualquier evento catastrófico, ya sea climatológico, la pérdida de su hábitat natural o la entrada de una plaga, la afectación podría ser mortal.
En nuestro archipiélago vive la rana más pequeña del mundo. Se trata de la Ranita de Monte Iberia (Eleutherodactylus iberia), que mide menos de un centímetro y se ha localizado, exclusivamente, en la localidad guantanamera de igual nombre, próxima a Baracoa.
De los factores que actualmente amenazan a estos animales en la isla, el más grave es la destrucción de su hábitat por la acción del hombre, seguido por las consecuencias del cambio climático, que se evidencian en la disminución de la humedad de los bosques, la escasa capa de detritus húmedos (conocida como mantillo) y la disminución de las zonas acuáticas. Todo esto, por ende, afecta la alimentación de las ranas.
Los datos indican que Cuba está entre los 20 países a nivel mundial con mayor cantidad de fauna anfibia amenazada, y el tercero con esta problemática al nivel de la región biogeográfica Neotropical.
Buena parte de esta situación está determinada por la escasa cobertura boscosa de bosques primarios que hoy tiene la isla. Incluso, si se cotejan los mapas de riesgos sobre la vegetación elaborados por el Centro Nacional de Áreas Protegidas con los de localización de especies anfibias, muchos coinciden.
Esta situación, aseguran los especialistas, se ve agudizada por los escasos conocimientos que hay sobre las especies, pues apenas existen estudios a largo plazo sobre ellas y los conteos que se han realizado por zonas determinadas, son aislados. Por consiguiente, la mayoría de las cifras se dan en base a investigaciones de campo ejecutadas por herpetólogos.
Es necesaria la realización de campañas para concienciar a la población sobre la importancia de estos animalitos para la biodiversidad cubana.
Epitafio: gracias a la dictadura, que no hace nada por ellos, nos privaremos de este inmenso tesoro vivo.
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