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San Isidro es esa barriada del capitalino municipio cubano de Habana Vieja, que por estos días se ha convertido en centro de atención de los cubanos y foráneos. En ese lugar se ha erigido la sede de un movimiento que han decidido protestar, de forma valiente, en contra del Gobierno que por más de 60 años decidió enrumbar la política del país hacia un comunismo impuesto.
Sorprendente ha sido no solo esto, sino que a raíz de este Movimiento San Isidro (MSI), varios intelectuales y artistas el pasado 27 de noviembre decidieron hacer una protesta pacífica frente al Ministerio de Cultura (Mincult), en apoyo a ellos. Pedían por el respeto a múltiples libertades vulneradas durante estos años de “Revolución en el poder”.
Después de esto, y por el número elevado de manifestantes que empezó a sumárseles el Gobierno permitió (bajo sus condiciones), que se produjera un diálogo entre ellos, representados por funcionarios del Mincult, con sectores independientes que encabezaron este acto.
Como es habitual, al inicio la prensa oficialista (entiéndase diarios nacionales, plataformas digitales, la radio y la televisión) no hicieron mucho alarde de este acontecimiento. Tal parece que estaban esperando instrucciones de la inteligencia cubana, que evidentemente los controla y manipula a su antojo.
Pero luego ocurrió todo un diluvio de reportajes, trabajos periodísticos, revistas especiales, etc., con el propósito de tergiversar los hechos, disminuir a los líderes de las protestas frente al Mincult, desacreditar a los jóvenes del Movimiento San Isidro, pero sobre todo para preparar el camino a los gobernantes para las decisiones a futuro respecto a estos acontecimientos.
No es casual que ocurriera esto. La razón es que ante la espontaneidad verdadera de varios jóvenes pidiendo por el respeto y garantías a sus derechos humanos, los políticos del régimen se vieron desarmados; y esto es algo que ellos no toleran. Tuvieron que crear todo un escenario preliminar, a través de estas campañas de descrédito, para luego arremeter en contra de ellos e incumplir las promesas de diálogo pacífico.
La pregunta que me surge es la siguiente: ¿si supuestamente los gobernantes tienen la razón, y sus acciones son en beneficio del pueblo, por qué temen a reunirse con cualquier persona de ese pueblo, y debatir de frente y sin censura aspectos que son problemas de Cuba?
Lo que pasa es que acceder a ello va en contra de la lógica de funcionamiento de su aparato de adoctrinamiento, que mantiene “dormidos” a unos cuantos cubanos en las promesas incumplidas de un futuro mejor y próspero para la nación; que con ellos en el poder nunca ocurrirá. A eso es a lo que temen; a ser desacreditados por la gente humilde y sufrida de su pueblo, que no se ciñe a sus doctrinas, y que con todo derecho diciente del sistema que se ha impuesto en el país.
¿Cómo es posible que sea mal visto, en pleno siglo XXI, que en Cuba las personas protesten pacíficamente, que saquen un cartel de crítica a su gobierno, que sea casi una obligación asistir a las votaciones que se organicen? Son cosas que cuando se analizan dejan mucho que pensar respecto a la realidad que vive esta isla. ¿Por qué ha de constituir un delito que las personas usen los símbolos nacionales donde deseen, si se ha demostrado científicamente que mientras más uso se le da a un objeto, más sentimientos de pertenencia o afinidad hacia ese objeto siente quien lo posee?
El estadounidense, el brasileño, el chileno, en fin, usan su bandera nacional hasta en una trusa de baño, en una toalla playera, en una funda de cama; ¿y por eso esas personas tienen que ser juzgadas como apátridas? ¿Quién inventó entonces esa ley para los cubanos?
Yo les digo quien lo hizo; fue ese diputado o diputada que supuestamente elegimos para representar nuestros intereses, en una utópica sociedad en democracia socialista. Esas mismas personas son las que se han convertido en corderos amaestrados de un gobierno que en realidad hace lo que se le antoja al magnate al mando, y que no defiende los intereses de la mayoría.
Pueblo no es solo el que está de acuerdo con el gobierno de turno; pueblo somos todos los ciudadanos que legítimamente, por nacimiento o por naturalización, e incluso por ser migrante, conformamos un país determinado. ¿Cómo es posible pensar que, en más de 11 millones de habitantes que componen Cuba, todos piensen de la misma manera? Eso, más que una mentira, es una utopía sin sentido.
Entonces ¿Por qué no escuchar a esa gama numerosa de población que no quiere comunismo para Cuba? ¿Por qué no darle un espacio legítimo para que coexistan con el resto que defienden el socialismo? Eso sería una sociedad inclusiva y no discriminatoria. ¿Por qué buscarle calificativos como mercenario, contrarrevolucionario, gusano, vende-patria, a los que se oponen, y que lejos de promover la unidad del pueblo todo, incentiva sentimientos de odio, de desunión, y de discriminación entre los cubanos?
Acciones así son las que privilegia el gobierno cubano con shows mediáticos como el que pudimos ver la semana pasada alrededor de los sucesos del Mincult y del Movimiento San Isidro. Luego dicen los dirigentes comunistas que no aceptarán el diálogo con personas que se deben a una potencia extranjera. De esta manera desconocen las acciones de apoyo caritativo que ONGs internacionales, que apoyan la democracia y los derechos humanos, ofrecen a los activistas cubanos; porque dentro de nuestro propio país no somos defendidos y ni siquiera reconocidos por nuestro gobierno.
Pero dejemos que el tiempo pase, pues parece que es el mejor aliado de la justicia. Al final morirán las personas que defienden las ideas obsoletas, utópicas, discriminatorias, inhumanas, y podremos convivir todos los cubanos sin distinción de raza, ideología, creencia religiosa, sexo, etc., orgullosos de quienes somos, sin nadie que nos diga lo que debemos o no hacer.
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