Imagen tomada del Tiempo.hn
Bendecido ha de sentirse el ser humano que logre llegar a la tercera edad. Buscar en sus recuerdos todas las páginas de una larga vida, y servir como sabiduría a los errores o iniciativas de las nuevas generaciones. Pero no siempre se pinta el color de los años con una bella realidad que permita poner a descansar el cuerpo, la mente y hasta el alma.
Cuba enriquecida con una población significativa de adultos mayores, vive hoy el dolor de la vulnerabilidad ante imposiciones legales, financieros y lógicamente sociales que afectan los números de una pensión y hasta el sistema nervioso.
El tan esperado y comentado aumento salarial que también afectó pensiones de la seguridad social y de la asistencia social, ha generado elevados costos a cuanta actividad de comercio se desarrolla de manera estatal, privada y hasta ilícita.
María Elsa Fernández Ortiz vecina del reparto Luz, del municipio Holguín, pensionada por la Asistencia Social en conversación con este bloguero, planteaba el valor de su pensión que ahora es de $1260.00 pesos, pero entre los alimentos de la canasta básica, el gasto de la electricidad, el gas, el agua, los cárnicos por asignación gastaría aproximadamente $600.00 pesos.
Para quién lea este trabajo hasta estas letras creerá que mi vecina María quedará con la mitad de su pensión para reunir sus buenos reales, pero la realidad es que antes de la COVID-19, ya los precios de los recursos y los alimentos estaban por el cielo, más la música de llegar del aumento, ha propiciado que lo que ayer costaba un precio, hoy este al doble o al triple.
El mercado negro sigue siendo el abastecedor de los hogares, pues el Estado solo propicia mínimos alimentos y recursos, siempre tras la justificación del bloqueo, ahora la COVID y mañana alguna nueva justificación.
Vulnerables más que otro sector mis abuelas y abuelos, que reciben los ingresos más bajos dentro de la sociedad cubana, que enfrentan la realidad de la necesidad, del ahorro extremo, de recibir lo mínimo, y jugar con los precios alarmantes del mercado negro, para poder sentarse en una mesa y llevar un bocado a su estómago, o disfrutar de su balance con un trago de café. Sin dejar de mencionar los que no son pensionados por el Estado y buscan alternativas recogiendo materias primas o pidiendo limosnas en las calles para subsistir.
El otro asunto a tratar, es el nuevo precio establecido para la compra de los medicamentos que duplica o triplica los anteriores, la escasez de los mismos en las farmacias y la aparición de ellos en el mercado negro a precios de joyas de oro y plata.
Por ello, es entendible las campañas, los movimientos, las organizaciones e iniciativas que buscan un cambio para Cuba, pues sueñan al igual que María Elsa, con un amanecer con menos preocupaciones y un poco más de alegrías.
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