Para muchos cubanos, la historia de la muerte de Julio Antonio Mella continúa siendo la de unos difuminados matones que, al servicio de Gerardo Machado, llegaron a México con el propósito específico de ejecutar al líder estudiantil y comunista.
Pero más allá de esa versión inconsistente y llena de lagunas, está otra historia. La que se acerca mucho más a la realidad y que, los medios al servicio de un sistema totalitario, aún se empeñan en esconder. La de testigos, afirmaciones de actores de los sucesos y evidencias que van más allá de conjeturas izquierdistas. Esa misma izquierda que, como siempre, solo tienen el propósito de dejar la pelota en manos del oponente, para salir del juego tan limpios como Pilatos, sin importar el apego a la justicia o a la verdad.
Mella llega a México como exiliado en 1926, producto a la persecución de que era víctima por parte de la dictadura de Machado. Una vez en México, crea la Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos (ANERC) y se adhiere a las filas del Partido Comunista Mexicano (PCM), en su afán de buscar apoyo para derrocar la dictadura de Cuba. En el 1927, tras su regreso del Congreso contra la opresión colonial en Bruselas, Mella se encuentra con un partido en crisis y segmentado, en el mismo seno de la organización.
La Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), que estaba siendo utilizada por el gobierno para controlar el movimiento obrero, había logrado dividir el partido. Ante esta disyuntiva Mella, junto al muralista Diego Rivera, crean la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM), que se opone al CROM y a los propios intereses del Kremlin.
El acto irreverente no es del agrado de Moscú, quien decide enviar para imponer el orden, a uno de sus más connotados, fríos y calculadores matones. El tristemente célebre Victtorio Vidali alias Carlos Contreras, o Enea Sormenti. Antes de su llegada a México, Vidali hace una escala en La Habana, donde se sospecha que se entrevista con la cúpula del Partido Comunista de Cuba (PCC), entonces en la clandestinidad, quienes no dan las mejores referencias de Mella y cuentan sobre su simpatía por Trotsky.
Tras realizarse el IV congreso de la Internacional Sindical Roja (PROFINTERN) a la que -según Eudocio Ravines en su libro La gran estafa– Mella asiste, y Victorio Codovilla maniobra y hace hasta lo imposible para impedir que éste salga electo representante de la misma.
Producto a esto, el joven revolucionario tiene que regresar a México. En septiembre de 1928, un sector del PCM entre el que se encuentra Vidali, pide la expulsión de Mella por trabajar contra la línea del partido. Mella es destituido y aislado. Ante este hecho, decide suspender la colaboración con el partido y sigue adelante con sus proyectos. Sabe que el partido mexicano sigue la línea de pensamiento de Stalin que platea la revolución en un solo país. Su propósito de preparar una expedición para derrocar a Machado, representa un grave peligro para los intereses de Moscú, que no quiere que una confrontación con los EE.UU, ponga en peligro la consolidación de su poder.
El 29 de diciembre de 1928, Mella y Vidali tienen una fuerte discusión en la calle Mesones. Vidali amenaza de muerte a Mella y le grita, “…no lo olvides nunca: de la Internacional Comunista se sale de dos maneras, ¡o expulsado o muerto!” Pero será en un segundo escrito que continuaremos con esta interesante historia de Julio Antonio Mella.
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