Imagen tomada de Prensa Latina
El 21 de enero de 1959, justo en el primer mes en que Fidel Castro y sus “barbudos” se alzaron con el poder en Cuba, ocurrió el primer gran «acto de masas de la Revolución». Ese día, en nombre de un consenso y aprobación popular, no practicada en referéndum o plebiscito oficial, comenzaron a practicarse un sin número de “juicios” y “expropiaciones” indebidas, que han trascendido en la historia cubana como una auténtica cacería de brujas. Una de esas primeras veces en que se vulneraron múltiples derechos humanos, en la isla fidelista.
El objetivo fundamental de esas acciones beligerantes consistió en eliminar todos los vestigios y “crímenes” cometidos durante la dictadura anterior, aplicando una mano dura en contra de los perpetradores. Aunque visto literalmente no suena ilegal, en realidad sí que lo era. ¿Por qué razón? porque nadie está autorizado a tomarse la justicia por sus propias manos, y menos aprovechándose de una situación que colocaba al entonces líder rebelde en una posición de ventaja, debido al poder político que tenía.
El país empezó a convertirse en un baño de sangre, y como consecuencia de esto fueron llevados al paredón de fusilamiento varias personas, que ni siquiera tuvieron que ver con el gobierno anterior. Fue la primera vez que oficialmente se obraba, de manera multitudinaria, con odio y desprecio en contra de la disidencia emergente. Incluso clasifica este hecho como el primer acto de repudio, que convocado y aprobado por la máxima jefatura del país, se llevó a cabo en contra de quienes no pensaban igual al gobierno comunista que se estaba engendrando.
Era de esperarse que varios medios de prensa internacionales se hicieran eco de estos sucesos; sobre todo, medios de naciones que apoyan las causas justas de la defensa de la democracia y la libertad de los pueblos. También se pronunciaron líderes de movimientos y organizaciones no gubernamentales, que no hallaban una explicación lógica que justificara las actitudes ilegales del gobierno cubano de entonces.
Ante la posibilidad de un descrédito internacional, que pudiera conducir al nuevo gabinete político a acusaciones internacionales por esos hechos punibles, Fidel Castro se idea lo que se conoció como Operación Verdad. Esta estratégica de tergiversación consistió en convocar a varios periodistas nacionales e internacionales, de medios que apoyaban abiertamente su gestión, para impulsar una contra ofensiva. Es por ello que son llamados: representantes del Colegio de Periodistas de Cuba, la Asociación de Reporteros de La Habana, además de la presencia de más de 380 periodistas foráneos.
Tanto Fidel como “el Che” Guevara, que entonces era el Presidente del Tribunal de Apelaciones sobre los fallos dictados por los tribunales «revolucionarios», concedieron varias entrevistas exclusivas a algunos de los periodistas participantes en la Operación. Sin dudas, el propósito de quienes tienen el poder de Cuba se cumplió, porque se encargaron de manipular la situación, a tal punto, que muchos de esos periodistas invitados se fueron convencidos de “lo errado que estaban esos medios estadounidenses”, que denunciaron esos crímenes del comunismo en Cuba.
Pero parece que los hechos que conllevaron a esa primera «concentración de pueblo» se volvieron luego una costumbre entre los dictadores. Eso explica mucho la naturaleza irracional de los llamados actos masivos de confirmación patriótica (yo diría de construcción ideológica a gran escala). Además de ser la base primera de lo que luego fueron las Tribunas Abiertas (en la era de la Revolución de Ideas); o sencillamente, los actos de repudio ante activistas y opositores pacíficos.
Para finalizar, es importante señalar que si un día se le puede dedicar a la intolerancia dictatorial de diversidad ideológica en Cuba, es precisamente los días 21 de enero. Una fecha que marca un antes y un después en cuestiones de vulneración a libertad de expresión, libertad de prensa, y transparencia democrática.
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