“Los niños nacen para ser felices”, es una frase que desde enero de 1959 se hizo recurrente en el discurso político del gobierno cubano. Como obsoleto argumento, en su afán de demostrar que este sector poblacional cuenta con el mayor amparo estatal. Que los niños, niñas y adolescentes cubanos son especialmente protegidos, y que se trazan estrategias y alternativas para contribuir a su normal desarrollo, por su importante papel para la formación de la personalidad del hombre, carece de una real vigencia en estos días.
En tiempos donde Cuba vive un “ordenamiento económico”, que abarca la totalidad de sectores y esferas del país, ha suscitado fuertes inconformidades en su población más joven. Una población que constituye el 21% del total de habitantes (2,3 millones), según informe publicado en el sitio digital de la UNICEF, sufre hoy las consecuencias de estas medidas y ve distante la felicidad proclamada por el gobierno opresor.
Los parques infantiles constituyen el escenario ideal para que muchos niños socialicen, se recreen y disfruten del sano esparcimiento. Sin embargo, la nueva política gubernamental cubana descuida el verdadero significado que tienen estos espacios para la infancia, y provoca un constante descontento en los ciudadanos. El funcionamiento de estos sitios en el territorio holguinero es tema de preocupación para las familias de esta oriental ciudad. Los parques para infantes representan la opción más asequible a sus ingresos, por demás deteriorados motivo de este “ordenamiento”.
La provincia Holguín cuenta con 13 parques infantiles; en su mayoría olvidados por la desidia de las autoridades locales. La ausencia de cercas perimetrales, el deterioro de los escasos medios de recreación, y la insuficiente sistematicidad en el mantenimiento inquietan a los habitantes de esta ciudad.
Rafael Pérez, ingeniero en una empresa de inversiones, comenta sobre la deplorable situación que presenta el emblemático parque «Los Caballitos», justo a los pies de la Loma de la Cruz. “Es una lástima que un lugar tan aceptado y frecuentado por tantas generaciones, hoy es solo un terreno baldío, cubierto de maleza, y sitio de encuentro de malhechores y consumidores de drogas”. Pérez, responsabiliza al gobierno por el abandono del otrora referente de alegría, goce y felicidad de los niños holguineros.
A ésta problemática se suma el precio de entrada a dichas instalaciones estatales. Precios que no se corresponden con la calidad de los pocos servicios lúdicos que brindan. También la limitada oferta gastronómica mella en contra de las expectativas que se espera de un lugar de este tipo, siendo otras de las principales deficiencias que tributan a una mala experiencia de los visitantes.
Lorena Rodríguez, madre de dos niñas de 5 y 4 años de edad respectivamente, en declaraciones nos cuenta que “al querer acceder al parque infantil Julio Grave de Peralta, su costo era de 15.00 CUP por cada menor y 30.00 CUP por cada adulto”. Las propuestas gastronómicas eran asumidas por el sector privado a precios exorbitantes, (más de tres veces su valor oficial), pues la administración del parque solo ofertaba agua embotellada. Ante ésta realidad no le quedó más opción que retirarse, con la nostalgia de ver a sus hijas, que entre sollozos, se lamentaban por no poder entrar.
Triste panorama el que enfrentan los niños holguineros. Sumergidos en su mundo de ilusión y fantasía, no comprenden que la imposibilidad de satisfacer sus necesidades se lo deben a un gobierno carente de compromiso. Con la máxima de ver el regocijo de infantes disfrutando de sus parques, quedando así anhelantes de éstos.
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