Imagen tomada de Internet
“Nos trasladarán a otro campamento a las afueras de la ciudad, donde no hay comunicación”. Esta fue el último contacto telefónico que sostuvo esta corresponsal con el preso político Rolando Mesa Benítez, recluido en la Prisión Provincial Combinado Sur, ubicada en el municipio El Salvador en Guantánamo.

Luego, el día 15 del mes en curso, Juan Luis Bravo, -otro opositor que también se encuentra cumpliendo injusta condena en este mismo centro penitenciario- confirmó que los habían llevado a un lugar, que fungía como unidad militar en el pasado.

“Nos trajeron hace unos días pero no habíamos podido llamar, ni siquiera avisarles a nuestros familiares. Aquí el teléfono está súper restringido y no te asombres si no puedo volver a hablarte” alertó Juan Luis.
Tanto Rolando como Juan Luis pertenecen al campamento de trabajo forzado conocido como A500, que está situación en el patio de la prisión. En esa compañía son 120 presos que fueron sacados del lugar porque allí harían un centro de aislamiento para casos sospechosos de Covid-19.
La razón del inusitado traslado fue la propagación del virus en el penal. Ya desde finales de diciembre, ambos activistas informaron -vía telefónica- que varios presos tenían síntomas de la enfermedad. A pesar de que las visitas familiares estaban suspendidas hacía meses.
“Aquí tenemos a los reos Yoelvis Pérez, Román Toirac, Roleidis Gainza y Diego del Pozo, con sospechas de Coronavirus. Sin embargo, todos permanecen en sus compañías junto a los demás reclusos. Todos corremos grave peligro” denunció Mesa Benítez el 21 de diciembre.
Más adelante, el 14 de enero, Rolando volvió a reportar sobre el avance de la pandemia. Esa vez advirtió sobre el deceso de un prisionero de 37 años, José Ángel Pérez López, quien -presuntamente- tenía el virus.
“Ese muchacho falleció el día 10 (enero), y un guardia nos dijo que el resultado de la autopsia había dado positivo a la Covid” aseguró Mesa; y esta noticia luego fue confirmada por Juan Luis.
Sin embargo, el fallecimiento no fue informado en el parte oficial del Ministerio de Salud Pública. Después del día 10, el próximo informe sobre muerte en Guantánamo a causa de la Covid-19, según las autoridares, ocurrió el día 20. La víctima: una ciudadana de 92 años, residente en el municipio cabecera.
Después de ese contacto, a ambas fuentes les fue suspendido el teléfono, por el oficial “Rubén” de la Seguridad del Estado. Aún así, Mesa se arriesgó a seguir reportando de manera oculta.
“Estoy llamando a riesgo porque necesito que el mundo sepa. El brote es enorme. Ahora mismo hay médicos, enfermeras y como 5 guardias que están confirmados. En el destacamento 4B hay cualquier cantidad de casos” alertó el opositor el 31 de enero.
A pesar de la crítica situación, el secretismo de las autoridades se ha mantenido hasta hoy. Ni siquiera el Gobierno del territorio ha hecho alusión al evento, aunque tampoco ha desmentido las denuncias, que se han hecho públicas por medios de prensa independientes.
CubaNet, por ejemplo, dio a conocer en una nota que el primero de febrero, la dirección del penal solicitó que especialistas del Centro Provincial de Higiene y Epidemiología “fueran y verificaran si habían reclusos contagiados”. Todo esto, después de que la misma población penal filtrara información de la crisis a sus contactos.
“Hay más de 200 contagios entre reclusos, militares y personal civil” confesó un reo a ese medio.
Próximamente, el 3 de febrero, Juan Luis volvió a comunicarse, después de 15 días sin poder utilizar el teléfono. En esa oportunidad compartió la noticia de que un prisionero de 80 años de edad había muerto la jornada anterior.
Cuba te cuenta constató la información y sí, en el parte del Minsap correspondiente al 2 de febrero, se notificó el deceso de un paciente de 80 años, residente en la cabecera municipal.
Según reza el informe, el paciente tenía antecedentes de Hipertensión Arterial y Diabetes Mellitus; y comenzó con tos y falta de aire, por lo que fue internado. Debido a los síntomas de le realizó el PCR y resultó positivo a la Covid-19. Murió de una parada cardio respiratoria.
Por otra parte, Bravo Rodríguez dio a conocer que los destacamentos 4A y 4B hicieron un motín por el avance del virus; “rompieron puertas y pidieron auxilio” destacó.
Según el activista, la revuelta fue tal que, desde entonces, efectivos de las Brigadas de Tropas Especiales y la Guardia Canina fueron movilizados para custodiar a los reclusos de forma permanente. Además de eso, activaron dos garitas de seguridad con el objetivo de “sofocar cualquier otro intento de protesta”.
Por esos días 169 presos contagiados fueron trasladados a la cárcel de Santa María, habitualmente usada como reclusorio de mujeres.
Otros centros también están siendo utilizados como centros de aislamiento, entre ellos, el centro recreativo Villa Toa, situado en la periferia de la capital provincial. Asimismo la escuela de formación militar, Camilitos, fue escogida con el mismo fin.
Cabe destacar que a pesar de la ola de contagios, los prisioneros continúan lidiando con la falta de higiene, el hacinamiento y la mala alimentación; que siempre han caracterizado a las cárceles cubanas.
“Han venido a desinfectar con agua clorada una sola vez. En cuanto a la comida, están hirviendo los fongos (plátanos), y con esa agua es que nos preparan la sopa” denunció Rolando Mesa Benítez en su última llamada.
Cabe recordar las propias palabras del coronel Osmany Leyva Ávila, Segundo jefe del Sistema Penitenciario cubano; cuando expresó el pasado año en el programa televisivo Hacemos Cuba que: “en las cárceles se han tomado todas las medidas para impedir la entrada de la pandemia”.
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