Mi abuelo solía contarme que en su brigada de la construcción, nadie quería ser cuadro de la Revolución. Cuando había procesos de captación promovían al más “zángano” o vago, conscientes de que más tarde sería esa persona quien tomaría las decisiones por ellos. En la actualidad, el procedimiento de promoción ha cambiado. Ahora los que proponen son los mismos cuadros. Se dejó de promover al zángano para promover al amigo.
Consciente de estas y otras decadencias, el Partido Comunista de Cuba (PCC) elaboró un documento denominado: “Valoración acerca de la Política de Cuadros del Partido, la UJC, las organizaciones de masas, el Estado y el Gobierno. Papel para alcanzar resultados superiores”. Este documento será sometido a análisis en el 8vo Congreso de la organización, previsto a desarrollarse en el mes de abril (a pesar de la COVID-19).
El presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez sabe que sin fortalecer la credibilidad y membresía del partido, peligra la supervivencia del sistema. Según el documento referido, resulta que “las composiciones de modestia, sencillez y humildad sin vestigios de elitismo, ambiciones y autosuficiencia”, distan mucho de la realidad de nuestros cuadros. No obstante, el gobierno no ha dejado de culpar una y otra vez, desde los años ´90, las situaciones coyunturales que ha enfrentado la isla para justificar la miseria y la escasez del pueblo.
Las dificultades para la selección de dirigentes, persisten y persistirán porque es deficiente la preparación política-ideológica. No existe motivación alguna para ser cuadro. Ni siquiera estimulan los “privilegios” que disfrutaban, pues los autos y motos son de mala calidad, las villas de veraneo son para los militares y las asignaciones de combustibles son cada vez menores.
Por si fuera poco, la mayoría de los cuadros no son bien vistos en la comunidad, pues son tildados de “chivatos” y responsables, en alguna medida, de lo que sucede en el país. Al gobierno no le queda otra que seguir rotando a su gente por las distintas responsabilidades partidistas y gubernamentales, así como seguir elevando la promoción de negros y mulatos.
Otra de las cuestiones descarriadas que sustenta esta política, es la no valoración de los perfiles profesionales y las características individuales de los cuadros en correspondencia con las necesidades y los intereses de la ubicación. Cuando un líder no tiene los conocimientos necesarios y no es identificado como tal dentro de un colectivo de trabajo, sobrevienen las indisciplinas, la desmotivación, los maltratos y las decisiones erráticas de sus subordinados.
Personalmente, sufrí en carne propia ineptitudes de ese tipo cuando trabajaba con el Estado y, a su vez, el acoso por ser parte de la sociedad civil independiente. Soy arquitecto de formación. En cambio mi director, que tenía 9no grado de escolaridad y había sido vigilante nocturno en una cooperativa de Ciego de Ávila, estaba pendiente del estricto cumplimiento de mi horario laboral, mi asistencia, puntualidad, contenido de trabajo y hasta de mi vestimenta. Por su mala gestión y el inmovilismo de la Comisión de Cuadros, valiosos compañeros tuvieron que pedir la baja, mientras que dicho señor disfrutaba en su casa, de todos los medios básicos de la dirección. Como él, muchos cuadros se han dedicado a beneficiarse de su posición.
En la Primera Conferencia Nacional del Partido, en 2012, se comenzaron a adoptar decisiones en pos de corregir errores y debilidades en la formación de cuadros, canteras y reservas. De ese modo inició el traspaso paulatino y ordenado de algunas de las principales responsabilidades del país a las nuevas generaciones. También se avanzó en el rejuvenecimiento de las estructuras partidistas, gubernamentales y de masas; pero lo problemas siguen latentes.
Quienes dirigen deben ser ejemplo ante el pueblo, tener capacidad para movilizarlo sin recurrir al chantaje, acrecentar su vínculo con las masas por convicción y no indicación, aprender a argumentar, dialogar y ser resolutivos sin imposiciones. Asimismo, deben elevar su sensibilidad política y humana para escuchar y no distender, ganar en responsabilidad, exigencia y control y, sobre todo, hacer uso de la dirección colectiva para solucionar los problemas.
Sin embargo, ¿En Cuba necesitamos que mejore el funcionamiento de los cuadros del Partido? ¿Está en sus manos el ansiado cambio que necesita el país o simplemente la supervivencia del sistema? ¿Seguirá estando la solución a los problemas de la isla en el control rígido de los cuadros de su único Partido? A esas preguntas fundamentales deberían centrarse los debates en torno a la celebración del 8vo Congreso del Partido Comunista de Cuba.
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