Imagen tomada de carlosbua.com
En 1975, año de celebración de su Primer Congreso, el Partido Comunista de Cuba, tal y como se conoce en la actualidad, tenía solo diez años. Allende la historia, se hablaba de Carlos Baliño y Julio Antonio Mella como fundadores del primer Partido Comunista Cubano en 1925, olvidándose a José Miguel Pérez, quien fue su primer presidente. Es una curiosa historia de siglas y camuflajes.
Carlos Baliño había conocido a José Martí en 1892, en Cayo Hueso, subscribiendo las bases y el acta de constitución del Partido Revolucionario Cubano fundado por el Apóstol. Por lo tanto, sabía que el propio Martí no simpatizaba con ideas socialistas, puesto que quería echar su suerte “con los pobres de la tierra”, no manipular la suerte de los pobres como termina haciendo el socialismo.
No es de extrañar que Baliño, quien estuvo en el exilio hasta la culminación de la guerra en 1898, entregado después a las bondades cívicas de la República, elaborara sus refritos ideológicos que servirían para la combustión de Mella, joven y fogoso; pero Mella duró poco en la contienda. Fue asesinado en México en 1929, ejecutado por esbirros de Gerardo Machado, según la historiografía revolucionaria, aunque otras investigaciones apuntan a que fue ultimado por los mismos comunistas, divididos entre estalinistas y trotskistas.
Para salir de la clandestinidad, el partido tomó el nombre de Unión Revolucionaria Comunista en 1939. Luego pasó a llamarse Partido Socialista Popular (PSP) en 1944. Este “nuevo” partido tenía un gobierno estalinista y apoyaba la candidatura presidencial de Fulgencio Batista para el período 1940-1944. Al ser elegido, dos comunistas renombrados fueron ministros en su gabinete: Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez. En 1953, año del asalto al cuartel Moncada, el gobierno de Batista, ya convertido en dictadura, ilegaliza al PSP, aunque permitió que su prensa siguiera circulando. Aun así, el PSP condenó el ataque al Moncada.
Los comunistas del PSP no gustaban del Movimiento 26 de Julio. No obstante, sus principales dirigentes se reunieron en 1958 con Ernesto Che Guevara. No se sabe qué argumentos utilizó el argentino, pero en 1961 el PSP se fusiona con el Movimiento 26 de Julio y otras organizaciones para formar las ORI (Organizaciones Revolucionarias Integradas). Poco después, las ORI fueron depuradas por “sectarismo”. En 1962 se decide una nueva reunificación y se conforma el PURSC (Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba), siglas que en la indisciplina oral de los cubanos sonaba muy parecido a “pus”. Así, mediando purgas, el PURSC derivó en el definitivo Partido Comunista de Cuba (PCC). Corría el mes de octubre de 1965.
En esa época, Cuba ya tenía presencia militar en América, Asia y África. Ernesto Che Guevara había fracasado en África, pero tenía sus esperanzas en América. Su asesinato en 1967 sirvió para acallar los rumores de sus desavenencias con Fidel Castro y contribuyó a aureolar ambas figuras. La confusión era mayúscula. El Che terminó siendo icono de las protestas de mayo de 1968 en Francia y de otros movimientos en pos de los derechos civiles.
Cuba vivió la década del 60 con la fortuna remanente del gobierno de Batista. La nacionalización de bancos, industrias y negocios, pagando indemnizaciones irrisorias o ninguna, permitió que el país siguiera funcionando. No obstante, el colapso era inminente. La fallida Zafra de los Diez Millones en 1970, fue el último intento desesperado de la economía revolucionaria por acomodarse en el mercado mundial. El país entero se detuvo para trabajar en función de aquella zafra descabellada. Los festejos de Navidad fueron suspendidos “provisionalmente” para sacar al país de la hecatombe. La “provisionalidad” se extendió hasta 1989 y la hecatombe se hizo cotidiana.
La llamada Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre que en 1962 había puesto al mundo al borde de una nueva guerra mundial, tuvo a Cuba como epicentro. Se olvida con frecuencia que Fidel Castro se molestó mucho con Nikita Jruschov por haberse puesto de acuerdo con John F. Kennedy y decidir, a sus espaldas, el desmantelamiento de la base de misiles nucleares soviéticos en Cuba. No obstante, el acuerdo Kennedy-Jruschov garantizó que Cuba no fuera intervenida militarmente por los Estados Unidos.
A Fidel Castro no le quedó más remedio que doblegar su orgullo y someterse a los mandatos de la Unión Soviética para establecer relaciones económicas con el bloque socialista. Era el momento del Primer Congreso del PCC. Era el momento de anunciar la guerra.
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