Cuba te Cuenta

Cenicienta de compras

Imagen tomada de BBC

Mi amiga decidió comprarse un par de zapatos. Chica global y rara, hija de tiempos destemplados, reclamó a sus padres el efectivo del regalo por su cumpleaños. Sus padres, nietos de los mismos tiempos, accedieron gustosos con tal de desentenderse de dilema tan engorroso: “¿Qué le compraré?”

Mi amiga, en fin, luego de ocuparse de las ineludibles transferencias, depósitos y consultas, tuvo su dinero virtual. Pasó tres días haciendo cola desde las 3 de la madrugada, hasta que logró entrar a la tienda haciendo (más o menos) el número 30. Siempre hubo especialistas que le confirmaron que a las 3 de la madrugada era “demasiado tarde”, que lo ideal era “no ir”, es decir, estar allí desde la noche anterior, pernoctar, sin más, como quien dice “esta es tu geografía obligada”. De manera que dormir en casa equivalía a emigrar ilegalmente en busca de comodidades caprichosas, maldito capitalismo salvaje que se cuela por las hendijas de las puertas para invadir la individualidad de los antojos.

Mi amiga compró los zapatos. “De marca”, dijo con sonrisa desmarcada. Hija de estos tiempos, recuérdese. Apurada por equilibrar sus ojeras, se descalzó en la misma puerta de la tienda y regresó a su casa con los zapatos puestos. Tarareaba “The Long and Winding Road”, la famosa canción de The Beatles, de la cual conocía melodía, pero no contenido, tan a propósito: “El largo y ventoso camino / que lleva a tu puerta / nunca desaparecerá / he visto ese camino antes / siempre me lleva aquí”. Emprendió el camino de regreso con los zapatos puestos, pero no llegó con los zapatos puestos. Apenas doscientos metros después de la tienda, los zapatos se despegaron.

Hasta este momento de la anécdota, lo acontecido es rigurosamente real, incluido el tarareo de la canción y el rechazo implícito al reguetón que sugiere, chica rara, mi amiga. Desgraciadamente, lo que sigue también es una realidad tonante: el calor de la tienda inmensa sin aire acondicionado; la fila interminable en las cajas de pago, donde las personas tienen que dar cuenta de su identidad en tres ocasiones (tarjeta de dinero en MLC, carnet de identidad y firma en la factura); los “problemas de conexión”, tan constantes, gráficamente ilustrados con la frase “se cayó el sistema” pronunciada por la dependienta desde la dudosa altura de sus tacones, y secundada por un “¡Amén!” ininteligible desde los pensamientos atribulados de los compradores; la histriónica manera en que la misma dependienta llama a la jefa de piso o cualquier personal sinónimo para intentar desviar el camino de la reclamación hacia otro par de zapatos porque, al parecer, la burocracia de calzado a calzado es menos complicada que la de calzado a dinero; etc.

Digamos que hasta el momento del despegue (de los zapatos) mi amiga (y todo comprador cubano) estaba dentro de la caja del gato de Schrödinger. Dicho profanamente: mientras no se abre la caja, el gato tiene las mismas probabilidades de estar vivo que de estar muerto, porque el observador tiene gran peso en la conformación de la realidad, según ha dicho alborozada la física cuántica.

En el mostrador de una tienda cubana (cualquier tienda, pero duele mucho si es en MLC), los zapatos que se van a comprar pueden durar lo mismo “toda la vida” que “lo que dura un merengue en la puerta de un colegio”, aunque dicen los analistas, y mi amiga lo corrobora, que las estadísticas se han inclinado peligrosamente al absoluto de los merengues. Ya sea porque los pisen o porque los compren, su existencia es efímera.

Nos encontramos ante un clásico punto de restauración. Solo puede ser recuperada la memoria hasta ese punto. No se puede esperar nada del sistema en que vivimos. A partir de ese instante, se apela a la conciencia humana, a la dudosa familiaridad entre personas que están “sufriendo lo mismo”. Ofenderse ante el engaño es casi un mecanismo de defensa. Del sistema se puede esperar lo innombrable. De las personas cabe esperar lo mejor, como mínimo la confidencia de no hacer un gasto de dinero desmesurado en algo que no sirve. Mas, ¿qué sucede si las personas son la cuarta generación nacida bajo un mismo sistema?, ¿qué ansia de verdad puede tener quien fue amamantado con la mentira y necesita venderlas para poder sobrevivir?

Mi amiga, chica rara, tuvo su dinero de vuelta en la tarjeta después de haberse deshecho en frases que nadie entendió o no quisieron entender. No tiene los ansiados zapatos para su cumpleaños. El padre cerró el asunto diciéndole a la madre: “Ni le hables a la niña, que se nos larga en una balsa”. Hijos y nietos de estos tiempos cubanos. La tiranía es una costumbre que aprendemos en familia y está muy relacionada con la dejadez.

Tony Pino

Técnico Medio Nuclear. Trabajó como profesor en el Politécnico de la Central Electronuclear, en Cienfuegos. En 1990 fue separado del magisterio por cuestionamientos políticos a la viabilidad de la construcción de una planta nuclear en Cuba. Fue jubilado por enfermedad en 1992.

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