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Tenía mi hijo 9 años y estábamos a finales de abril. Recién habíamos celebrado uno de sus cumpleaños más frugales. Revisábamos la tarea de Lengua Española que se apoyaba en una lectura archiconocida porque no había variado desde mis tiempos de enseñanza primaria. Se refería al Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores. Hablaba de las diferencias entre las celebraciones en Cuba y en el mundo.
Ese era el matiz novedoso. Ahora se habla de Cuba en un extremo y del resto del mundo en el otro. Cuando existía el bloque socialista, Cuba se diluía en él. Defender a Cuba era defender al socialismo y viceversa. En la actualidad, aun con simpatizantes, al socialismo cubano le conviene preservar su soledad. Venezuela, por ejemplo, encaja en esa infeliz tendencia llamada “socialismo del siglo XXI”. Sin embargo, comparada con Cuba, resulta más grosera. En Cuba hay un magnífico magisterio doctrinal. La regla básica: enseñar de tal manera que el maestro nunca pueda ser superado. Y el algoritmo es simple y lamentablemente tentador: la democracia es la confusión del pluripartidismo y la economía de mercado regida por precios con libertad de fluctuación.
En democracia, el partido comunista es uno más y tiene que seguir las ordenanzas del mercado político con sus campañas, debates e investigaciones para sacar a la luz cualquier trapo sucio que sirva de tropiezo, no importa que sea una felación al estilo Mónica Lewinski, o el robo de manzanas al estilo de San Agustín según sus Confesiones. No existen los procesos de canonización en la política democrática, lo cual es tachado de malformación política por el “socialismo democrático” cubano. “El aura diciéndole pezcueci´peláo´ al guanajo”, como dice el gracejo criollo.
Nada cambia el hecho de que el desfile de los trabajadores sea virtual. Como tampoco ha cambiado nada la circunstancia mundial de la COVID-19, canonizada en Cuba como sucede habitualmente con los contratiempos. La circunstancia mundial de la pandemia solo ha venido a corroborar la tristeza del gran Virgilio Piñera, cuando se lamentaba de “la maldita circunstancia del agua por todas partes”, verso tan citado como cierto. Una isla es, entre otras cosas, un lugar donde se muere la gente y el mundo no se entera porque sigue embutido en la irrealidad de la isla paradisíaca por culpa de alguien que estuvo en Varadero. Las únicas islas felices son las islas desiertas. Llegado el momento histórico crucial e inevitable, Robinson Crusoe reniega de Viernes y Viernes reniega de Robinson Crusoe. Alguno de los dos tiene que morir para que el otro reine.
Nada ha cambiado, porque cambiar para peor es la nada. Y la nada (cotidiana como la describió magistralmente Zoé Valdés) sobreviene con la insistencia en colgar banderas en las ventanas los días que celebran la esclavitud habitual. No importa que lo crean de verdad o lo hagan “para no marcarse”. No hay ciudadano que habite en socialismo que pueda estar exento de un subrayado o una nota al pie. Es el descrédito absoluto de la Seguridad que logra lo suyo explotando la miseria humana que antes generó el Estado. Creer todavía en el sistema o fingir para no ser distinguido, son las dos caras del mismo servilismo. Al César lo que es del César, está claro. A Dios lo que es de Dios, no lo es tanto, a menos que Dios sea el César. Banderas en ventanas como si fuera la sangre en los dinteles con la que el pueblo de Israel evadió la matanza de sus inocentes. No había tanta sangre para proteger al resto. Según eslogan: “Lo mío primero”.
Después de la lectura, mi hijo preguntó por qué nosotros (mamá y papá) no podíamos desfilar en Cuba pidiendo aumento de salario. A su manera infantil, asistía a la lucha entre el CUP y el extinto CUC, participaba de la algazara estomacal cuando algún amigo nos hacía llegar USD y sufría con la construcción de la casa comenzada y detenida mil veces.
No tuve madera para hacerle un cuento que resultara convincente. Tal cosa solo es posible como arte posterior, como recuento. Mi hijo ha crecido y lo ha hecho sin participar en desfiles y sintiendo más curiosidad que odio por lo maltrecho del sistema. Y con una claridad tan absoluta como esperanzadora. Cuando comenzó la Tarea Ordenamiento, su único comentario se refirió a que en Cuba siempre se ha estado ordenando alguna cosa que nunca llega a ordenarse y que no había ningún indicio para pensar que en el 2021 fuera de otra manera. Hay esperanzas porque la curiosidad nunca podrá ser indiferencia.
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