Imagen tomada de Cubanet
Gerardo Hernández Nordelo fue uno de aquellos cinco agentes cubanos condenados por espionaje en Estados Unidos. Luego de 12 años de encierro político por trabajar como espía para el servicio de inteligencia cubano, le quedaron fuerzas para seguir adelante con la funesta política del país y es actualmente el Coordinador Nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).
Rimbombancia política y una probada hoja de servicios, han sido ingredientes suficientes para legitimarse en favor de un modelo que solo ha acrecentado la pobreza y el miedo entre los cubanos. Y si bien la mayor organización de masas del país está lejos de ser los que fuera (con guardias cederistas, jornadas de trabajo voluntario y embellecimiento de cuadras, por solo citar algunas funciones), mantiene latente su principal objetivo: servir y alertar a las autoridades represivas del régimen sobre los temas de su interés.
Los CDR son esa organización que se presta para denigrar al vecino ante una determinada investigación, para delatar las ilegalidades e indisciplinas sociales que acontecen en el barrio y facilitarle el trabajo a la policía, para movilizar cederistas a realizar donaciones “voluntarias” de sangre en el mejor de los casos, por un pan y una lata de refresco o para servir de testigos a la policía política en los decomisos y registros de viviendas, en muchos casos sin órdenes judiciales.
Gerardo me recordó también las utopías y aberraciones de Fidel quien, con sus ocurrencias, parecía estar desconectado de la realidad o mostrar su más profundo cinismo. La moda de turno es entregar regaderas de acero inoxidable a aquellos que combatan la escasez alimentaria generada por el sistema (aunque el Estado se empeña en hacer creer que es por el bloqueo), cultivando patios, parcelas e incluso azoteas. Dentro de esos casos figuró el ex jardinero central de los Industriales, Carlos Tabares.
Es una burla patética y de muy mal gusto hacer creer que sembrando canteros se podrá enfrentar el desabastecimiento de los mercados, mientras ellos ensanchan sus bolsillos y barrigas entre reuniones y banquetes. Estimular la agricultura es la única forma de acabar con la ineficiencia e improductividad de nuestros campos. Sin embargo, lo único importante para Gerardo, es congraciarse con quienes le garantizan una vida sin escaseces.
Su cargo al frente de los CDR no es más que un tránsito para el aprendizaje y un guiño hacia futuros puestos en el Comité Central. Su demostrada valía y fidelidad al servicio del régimen, lo hacen candidato perfecto para “caerse hacia arriba” y garantizar el tan necesario relevo generacional de la Revolución.
Los CDR siguen siendo una de las agónicas organizaciones oficialistas que aún sirven para reprimir y controlar al pueblo. Ya ni siquiera tienen cabida los festivos 28 de septiembre para celebrar su creación, pues el sistema no tiene nada para repartir por cada cuadra o comité. Sin embargo, para preservar tal compromiso, acuden a los militantes del Partido o a aquellos que, por su catada lealtad, han sido merecedores en otros tiempos, de bicicletas y televisores Atec-Panda.
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