Cuba te Cuenta

Make love, not war

Ahora que ha comenzado la guerra, puede medirse el verdadero alcance de ciertos pacifismos. Porque hay pacíficos y pacifistas, como mismo hay ecologistas y campistas. Hay quien habla de su gran pasión por la naturaleza; pero se trata de una pasión aséptica, desprovista de alimañas, la que acepta al tigre y desprecia la rana. Y hay quien habla de la paz con la amnesia de sus guerras intestinas. Quien no tiene con qué pagar, vende a los suyos. ¿Y la dignidad? No hay que preocuparse. La dignidad es la cinta con que se ata el paquete, que siempre es un regalo, no hay que olvidarlo.

Los cubanos no agradecieron lo suficiente a Nikita Jrushchov la solución a la Crisis de los Misiles. Su acuerdo con J. F. Kennedy evitó una guerra que, sin dudas, hubiera sido mundial y nuclear. Tal acuerdo ofendió a Fidel Castro porque se hizo a sus espaldas. Sin embargo, gracias al arreglo, Fidel pudo continuar viviendo de bravatas contra los Estados Unidos e inmiscuyéndose en cuanto gobierno consideraba pasto del comunismo. El acuerdo incluía la retirada de los misiles soviéticos emplazados en Cuba y la promesa de los Estados Unidos de no invadir la isla. Fidel quería seguir siendo cabeza de playa, sin que le importara que en los conflictos se dispara primero a las amenazas.

El gobierno cubano, el de la Revolución, posee una rara manera de estar a favor de la paz interna y externamente. Y todo parece indicar que utiliza la dignidad como el catalizador por excelencia. Si alguien vive en situación de indignidad, hay que ayudarlo a salir de dicha situación. Es irrelevante que las ayudas que se brindan sean indignas en sí mismas o provengan de personas que también viven en situación de indignidad.

Mas, para resolver ese dilema, tenemos la comparación, método tan antiguo como efectivo, puesto que está basado en la envidia. Solo hay que llevar a un país al punto de la inanición, para que deje de molestar con metafísicas al uso. Alguna vez, Fidel Castro dijo en la ONU aquella frase que, sin ser histórica, hizo historia: “Hablo en nombre de los niños que en el mundo no tienen un pedazo de pan que llevarse a la boca”. En Cuba, entonces, el problema consistía en evitar que el pan fuera a la boca de los niños (y adultos) con pedazos de cucarachas, lo cual no era tan indigno como no tener pan. Gracias a las cucarachas por salvarnos la moral.

Fidel, tan memorioso, olvidó su malestar con Nikita y se dedicó a reflexionar y escribir sus conclusiones sobre lo que reflexionaba. Así, reflexionó y escribió sobre la moringa, aquella planta panacea que presumiblemente servía “para todo”. Era alimento y medicamento. Nunca se supo si la había utilizado en sí mismo. También, como tema recurrente, reflexionó y escribió sobre el arsenal nuclear mundial y el cataclismo subsiguiente si se desataba la guerra. Bendita memoria y benditos olvidos.

Bendita indignidad aplaudir reflexiones de otros. Tal parece que la indignidad es una especie de retraso mental y requiere ser instruida, guiada, adoctrinada. Esclavizada. La civilización se precia de técnicas novedosas para educar a personas con discapacidad intelectual. Sin embargo, resulta que toda técnica está encaminada a que esas personas se desarrollen imitando a los que no son como ellos, es decir, a los “normales”. No existe ninguna técnica para que esto últimos, al menos una vez en la vida, se pongan en los zapatos de los primeros. Al final, toda técnica es indigna y no puede eludir la indignidad de la exclusión diciéndose exclusiva.

Por extensión, no se puede hablar de paz y de “soluciones diplomáticas” mientras se le estrecha la mano al señor de la guerra. Por supuesto, se trata de esa situación indigna en la que se vende el apaluso para que le ajusten la deuda. ¿Qué tal si cada quien se dedicara a intentar resolver de una vez sus propios conflictos? Es cierto, los chivos expiatorios tienen larga vida. Ya se alertaba: la crisis generada por la pandemia, será caldo de cultivo para la reactivación de los gobiernos autoritarios, porque ante una crisis global no se puede permitir una crisis interna.

Sin ánimo de minimizar la crisis Ucrania-Rusia, quizás sea el momento en que los ciudadanos que pretenden tener responsabilidad y participación en los destinos de Cuba, se pregunten qué tanto hacen para denunciar y resolver los conflictos de la isla. La guerra en Europa no anula las injusticias en otras latitudes. Al contrario, las oculta. La posibilidad de una guerra mundial hace que las injusticias locales parezcan ridículas e improcedentes. Los presos por las manifestaciones del 11 de julio en Cuba, siguen recluidos y con riesgo de ser olvidados.

Es indigno que un gobierno se dedique al juego de la política para obtener beneficios equívocos. También es un derecho protestar contra la guerra y contra las implicaciones del gobierno en cualquier conflicto. Y no son inocentes las implicaciones del gobierno cubano. Todas prometen, a la par de una dependencia futura, un olvido del presente. ¿Quién puede asegurar que Cuba no se convertirá nuevamente en un satélite militar ruso? Total, si el bloqueo norteamericano mantiene a la isla presa en una situación indigna.

Se alegrarían, por supuesto, los cubanos que viven añorando la vuelta de la carne rusa enlatada, aquella que, según el chiste, no era de ganado vacuno, sino de “lata”, la mamá de los “latoncitos”, al decir del chino. Los hay que desempolvarán sus efigies de Lenin, sin saber que Vladimir Putin no quiere parecerse a los líderes soviéticos, a quienes desprecia como buen discípulo de la KGB, sino a los zares. No hay tiempo pasado que sea mejor. En reavivarlo radica precisamente su indignidad. Y serán indignos quienes ejerzan presión para que suceda de esa manera.

Tony Pino

Técnico Medio Nuclear. Trabajó como profesor en el Politécnico de la Central Electronuclear, en Cienfuegos. En 1990 fue separado del magisterio por cuestionamientos políticos a la viabilidad de la construcción de una planta nuclear en Cuba. Fue jubilado por enfermedad en 1992.

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