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Las construcciones de la necesidad

Las edificaciones cubanas se desvanecen por día y eso parece dolerle a pocos. La gente está tan ensimismada en sus problemas que aunque quisiera, se ve imposibilitada de ocuparse hasta de su vivienda. El sistema político instaurado en Cuba desde 1959 convirtió al gobierno en el único magnate inmobiliario, arrebatándole a este país la efervescencia constructiva y la belleza de sus edificaciones. La isla dejó de ser un atrevido ajiaco de estilos caribeños para sumirse en un deplorable estado de ruina y miseria, con construcciones remendadas e inconclusas alejados de nuestras más genuinas tipologías.

La indolencia del Estado en la edificación y reparación del fondo habitacional cubano ha permanecido latente en la agenda legislativa antillana. Durante sesenta años la mayor de las Antillas fue perdiendo colorido y son menos las construcciones nuevas que las que se deterioran. Sus viejos edificios fueron desmembrándose y sus calles llenándose de baches. Los escombros, la basura y los carros viejos componen un panorama de indigencia y obsolescencia. El paso del tiempo, la falta de recursos, de inversiones, de adelantos tecnológicos y los absurdos planes del régimen, dejaron a su suerte a cientos de edificaciones representativas de épocas, estilos y movimientos, y de una idiosincrasia que no fue la impuesta por el régimen.

Solamente en la primera década de este siglo, se reportaron cerca de 4 mil desplomes parciales y totales en La Habana. Como consecuencia, han surgido barrios paupérrimos y albergues de mala muerte engendrando hacinamiento e insalubridad. Es el régimen cubano el único culpable de esa inmundicia que pide cambios a gritos. Sin embargo, más allá de que el gobierno concentre los pocos recursos disponibles en paliar el tema de la vivienda, los malgasta en pomposos hoteles fantasmas, en sofisticar su aparato represor y en proyectos surrealistas que tratan de viabilizar un sistema que no funciona.

Al cierre de 2021, el fondo habitacional cubano se componía de más de 3.8 millones de viviendas, de las cuáles el 39 % (+1 490 000) estaba catalogado de estado regular y malo. El déficit habitacional estaba estimado en cerca de 900 mil viviendas, en correspondencia con los 11.393.000 de cubanos. De forma conservadora, en estado precario se relacionaban 9.823 cuarterías y ciudadelas con 84.452 viviendas que agrupaban a 117.775 personas. Por otro lado, 854 edificios ostentaban igual condición de inseguridad, con 6.960 apartamentos que agrupaban a 849.753 personas.

Así de sui géneris son los construcciones de la necesidad. Es en ellas donde los materiales no son los que debieran sino los que hay, donde las ampliaciones sin licencia se apilan unas encima de otras, donde coexisten en los patios de los edificios garajes y talleres, donde las urbanizaciones incipientes son desordenadas y de tierra, donde las tendederas son eléctricas y también de ropas, el agua es suministrada por pipas y las fosas se desbordan a falta de servicios y alcantarillado.

Y qué paradójico es el tiempo. Los mismos problemas que unos barbudos criticaron en la década de 1950 del siglo pasado, son los mismos de hoy: barrios insalubres, bajos sueldos, poblados sin calles ni agua, construcciones de madera y pisos de tierra, niños sin zapatos quebrando piedras y surcando charcos de lodo, enfermedades y ausencia de medicamentos y transporte.

La realidad de nuestros días no dista mucho de la citada por Fidel Castro en “La Historia me absolverá”. También hay desalojos, viviendas en condiciones precarias, demoliciones, escasez de materiales, elevados precios y escasos alquileres. Cada año se inflan los informes, hay subsidios a familias desfavorecidas cuyas viviendas no se han finalizado, hogares con licencias de habitabilidad sin redes hidrosanitarias, viviendas que no se construyen, materiales que no llegan, identidades que se falsifican…

Urgen inversiones en el sector. Las existentes son insuficientes y se centran en el sector hotelero que no beneficia ni beneficiará al pueblo y, mucho menos, la utopía del presidente Miguel Díaz-Canel de alcanzar una vivienda diaria por municipio. Solo liberando las fuerzas productivas, desterrando la indolencia y los procedimientos nocivos propios de un sistema incompetente (planes emulativos, desvío de recursos, burocracia en la venta de materiales, etc.) podrá revitalizarse la infraestructura inmobiliaria del país.

Orlando Pérez

Bloguero de Cuba te cuenta.

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